- Lugares donde santo Tomás trata directamente el tema de la prudencia:
- in III sent.:
d. 23, q. 1, a. 4 ad 3 et 4
d. 33, q. 1, a. 1, qla. 2
q. 2, a. 1, qla. 3-4; a. 2, qla. 1; a. 3 et 5
q. 3, a. 1
d. 35, q. 2, a. 4
d. 36, q. 1
- in II y VI Ethicorum
- De virtutibus in communi
- De virtutibus cardinalis
- Quodlibeto 12, q. 15, a. 22
- Summa Theologiae:
I-II, 56, 3; 57, a-6; 58; 61; 64; 65, 1
II-II, 47-56
Fuente: Ramirez S., O.P., Introducción al tratado de la prudencia.
II-II, q. 47
Art. 1:
- La prudencia reside propiamente en el entendimiento (ratione) (c)
(porque trata a modo de deducción –quaedam collationem- de lo pasado y lo futuro)
- La prudencia no está simplemente en el entendimiento, como el arte, ya que lleva consigo, (...), la aplicación a la obra, lo cual pertenece a la voluntad. (ad 3)
Art. 2:
- La prudencia es recta razón en el obrar, lo cual es propio de la razón practica. Por lo tanto la prudencia reside solamente en el entendimiento práctico. (s.c.)
- En el género de los actos humanos, la causa más alta es el fin común a toda la vida humana. Este es el fin del que se ocupa la prudencia. (ad 1)
- La prudencia es sabiduría acerca de las cosas humanas: no sabiduría absuluta, por no versar sobre la causa altísima, absoluta, puesto que trata del bien humano, y el hombre no es lo mejor de todo lo que existe. (ad 1)
- A la prudencia le toca aplicar la recta razón a las cosas que implican consejo, en las cuales no se da un medio determinado de llegar al fin. (ad 3)
Art. 3:
- Por el hecho de que la infinidad de singulares no pueden ser aprehendidos por la razón, se sigue que “son inseguros los pensamientos de los hombres”, como dice la escritura (sap. 9, 14). La experiencia, no obstante, reduce los infinitos singulares a algún número finito de cosas que suelen darse la mayoría de las veces, cuyo conocimiento basta para constituir a prudencia humana. (ad 2)
Art. 4:
- Virtud es la que hace bueno al sujeto que la posee y a sus actos. (c)
- Dos sentidos del bien: a) Material lo que es bueno
b) Formal razón de bien (este es obj. De la voluntad) (c)
- Tienen más carácter de virtud los hábitos que se ordenan a la rectitud de la voluntad, por considerar el bien no sólo material, sino formalmente (lo bueno bajo razón de bien) (c)
- Es propio de la prudencia aplicar la recta razón al obrar, lo cual no se realiza sin la rectificación de la voluntad. (c) (por esto se cuenta a la prudencia entre las virt. morales)
Art. 5:
- La prudencia versa sobre cosas contingentes (c)
- La prudencia ayuda a todas las virtudes y actúa en todas. (ad 2)
- Lo operable es materia de la prudencia en cuanto objeto del entendimiento, e. d., bajo la razón de verdad; y de las virtudes morales en cuanto obj. de una virtud apetitiva, e. d., bajo la razón de bondad. (ad 3) (importante)
Art. 6:
- La prudencia rectifica la intención de los medios (la virtud moral la de los fines) (ver Libro VI Etica Nic., c. 3 1256 b 15; sto. Tomás lect. 6) (s.c.)
- El fin de las virtudes morales es el bien humano. Pero el bien del alma humana consiste en estar regulada por la razón, (...). Es, pues, necesaria la existencia previa de dichas virtudes morales en la razón. Y como en la razón especulativa hay cosas conocidas naturalmente, de las que se ocupa la inteligencia de los primeros principios, y otras que se conocen por medio de ellas, que pertenece a la ciencia, así en la razón práctica preexisten ciertos principios naturalmente, que son los fines de las virtudes morales, ya que, como hemos dicho, el fin en el orden de la acción es como el principio en el del conocimiento; y a su vez hay conclusiones, que son los medios, a los cuales llegamos por lo mismos fines. De estos se ocupa la prudencia, que aplica los principios universales a las conclusiones particulares del orden de la acción. No le corresponde, por lo tanto, imponer el fin a las virt. morales, sino sólo disponer de los medios. (c)
- A las virt. morales les impone el fin la razón natural llamada sindéresis. (ad 1)
- Las virt. morales tienden al fin establecido por la razón natural. A esto las ayuda la prudencia, preparando el camino y disponiendo los medios. (ad 3)
- La prudencia mueve a las virtudes y a la prudencia la mueve la sindéresis. (cfr. ad 3)
Art. 7:
- El fin propio de toda virtud es conformarse con la recta razón. (c)
- Pero determinar como y porqué vías debe alcanzar en sus actos ese medio racional corresponde a la prudencia. (c)
- La virtud moral tiende al medio debido de un modo connatural. Pero ese justo medio no es el mismo en todas. Y por eso no basta la inclinación natural, que siempre actua del mismo modo, sino que es necesaria la prudencia. (ad 3)
Art. 8:
- La prudencia “es recta razón en el obrar”, como ya hemos dicho. Por tanto, será su acto principal es que sea tal en la dirección recta de lo agible. En ello debemos ver tres actos: en 1er. lugar el consejo, que pertenece a la invención, puesto que, como dijimos aconsejar es indagar; el 2do. es juzgar de los medios hallados. Ahí termina la razón especulativa. Pero la razón práctica ordenadora de la acción, procede ulteriormente con el 3er. acto, que es el imperio, que consiste en aplicar a la operación esos consejos y juicios. Y, como este acto se acerca más al fin de la razón práctica, de ahí que sea su acto principal y, por lo tanto, también de la prudencia. (c)
- ...dicendum quod movere absolute pertinet ad voluntatem. Sed praecipare importat motionen cum quadam ordinatione. Et ideo est actus rationis, ut supra dictum est.(I-II, 17, 1)
La traducción de este texto no es buena: “Mover absolutamente pertenece a la voluntad. Pero el imperar implica moción ordenada que es acto de la razón....”
(“moción ordenada” implica otras cosas que “motionem cum quadam ordinatione” ya que quadam implica que la ordenación no es absoluta, dejando lugar al error o al fallo del imperio; y esto justamente por falta de ordenación)
Art. 9:
- Como afirma el filósofo “no puede exigirse la misma certeza en todo, sino en cada materia, conforme a su modo propio” (Libro I Etica Nic. C. 3, 1094 b 12; b 24). Como la materia de la prudencia son los singulares contingentes, sobre los cuales se ejercen los operaciones humanas, la certeza de la prudencia no puede ser tal que excluya toda solicitud. (ad 2)
- La solicitud excesiva proviene del vano temor y desconfianza excesiva (ad 3)
- “Es imposible ser prudente sin ser bueno” (Aristóteles, Lib. VI, Etica Nic., c. 12, 1144 a 36; sto. Tomás, lect. 10) (s.c.)
- Tres tipos de prudencia:
La prudencia puede tener tres sentidos. Hay una prudencia falsa, así llamada por su semejanza con la verdadera. Así como el prudente dispone y ordena sus acciones para un fin bueno, el que respecto de un fin malo dispone y ordena los medios aptos para él posee una prudencia falsa, pues lo que toma como fin no es bueno sino por semejanza, como podemos hablar de un buen ladrón. De igual manera puede llamarse ladrón prudente el que pone todos los medios necesarios para robar. Tal es aquella prudencia de la cual dice el apóstol: “la prudencia de la carne es la muerte” (Rm. 8, 6). Puesto que pone su fin último en los placeres de la carne.
Hay otra suerte de prudencia, y es la verdadera, porque indaga y halla los medios aptos para llegar a un fin bueno. Pero es imperfecta por dos razones: una, porque ese bien que tiene como fin no es el fin común de toda la vida humana, sino sólo en un orden especial de cosas; así, el que halla los medios aptos para negociar o navegar decimos que es un negociante o marinero prudente; segunda porque falla en el acto principal de la prudencia: así el que posee consejo y juicio rectos aún en los negocios referentes a toda la vida, pero no impera con eficacia.
Finalmente, hay una 3ra. clase de prudencia que es verdadera y perfecta; es la que delibera, juzga y preceptúa con rectitud y orden al fin bueno de toda la vida humana. (c).
- La prudencia importa el orden al ap. Recto, ya porque sus principios son los fines virtuosos, cuya recta estimación es dada por os hábitos de las virtudes morales que rectifican la voluntad y de ahí que la prudencia no puede darse sin las virt. morales; o bien porque la prudencia preceptúa las obras buenas, lo cual no es posible sin una voluntad recta. (ad 2) (ver su contraria: la vol. perversa propia de los pecadores)
II-II, q. 48
De partibus prudentiae
Art. Único:
Partes integrales: Elementos de la virtud que deben concurrir al acto perfecto de la misma
De la prudencia son 8:
5 cognoscitivas: memoria, habilidad en el raciocinio, inteligencia, docilidad y sagacidad
3 perceptivas: previsión o providencia, circunspección y precaución.
- Esta diversidad está justificada por el hecho de que en el conocimiento debemos considerar tres momentos: uno el conocimiento en sí mismo, el cual, si se refiere a las cosas pasadas, da lugar a la “memoria”, y si a los presentes, sean contingentes o necesarios, se llama “inteligencia”. Podemos considerar el modo de adquirir ese conocimiento, que es o bien por enseñanza, y tenemos la “docilidad”, o por propia invención, y da lugar a la “eustochia”, que es el saber “conjeturar bien”. Parte de la misma es la “sagacidad”, que es una “pronta conjeturación o averiguación del medio”. Y tercero se ha de considerar la aplicación de ese conocimiento en cuanto que una cosas conocidas nos llevan a conocer o juzgar otra, lo cual es propio de la “razón”. Más la razón, para preceptuar rectamente debe realizar tres cosas: ordenar algo convenientemente al fin, lo que es propio de la “previsión”; tener en cuenta los distintos aspectos de la situación, es labor propia de la “circunspección”; finalmente, evitar los obstáculos y esto le compete a la “precausión” (c)
- (la prudencia) muchas veces razona basándose en principios necesarios; otras en verdades probables, y otras, en conjeturas. (c)
Partes potenciales son virtudes adjuntas a la misma que se ordenan a otros actos secundarios, porque no poseen toda la virtualidad (potentiam) de la virtud principal.
- Para la prudencia: “eubulia” que se refiere al consejo; “synesis” o buen sentido, para juzgar lo que sucede ordinariamente; y la “gnome” o perspicacia, para juzgar lo que a veces se aparta de las leyes comunes
- La prudencia, por su parte, se ocupa del acto principal, que es el precepto o imperio. (c)
II-II, q. 49
Art. 1:
- La prudencia(...) trata de la acciones contingentes. En éstas no puede el hombre regirse por la verdad absoluta (simpliciter es ex necessitate vera) sino por lo que sucede comúnmente, puesto que los principios deben ser proporcionados a las conclusiones, que han de ser del mismo orden de aquellos. Mas la experiencia enseña cual es la verdad en los hechos contingentes (quid autem in pluribus sit verum oportet per experimentum considerarre); de ahí que según Aristóteles: “la virtud intelectual nace y se desarrolla con la experiencia y el tiempo” (Lib. VI Etica nic., c. 3, 1139 b 26). A su vez la experiencia se forma de muchos recuerdos. De ahí que a la prudencia corresponda recordar muchas cosas y que la memoria sea parte suya. (c)
Art. 2:
- No tomamos aquí inteligencia (intellectus) como facultad intelectiva, sino en cuanto que importa la evidencia de un principio último por sí mismo conocido: así hablamos de la inteligencia de los primeros principios. Toda deducción racional procede de principios primeros y evidentes. Por lo mismo, todo proceso racional debe partir de estos principios. Como por otra parte la prudencia es la recta razón en el obrar , todo su proceso debe derivarse de un conocimiento claro de los principios. Tenemos, pues, que la inteligencia es parte de la prudencia. (c)
- La prudencia termina como conclusión en una obra particular a la cual aplica el conocimiento universal según queda dicho. Pero la conclusión particular se deriva de una proposición universal y de otra particular. Por consiguiente la prudencia debe proceder de una doble inteligencia: una, la que es cognoscitiva de los universales, y tal es la inteligencia , hábito especulativo por el que conocemos de un modo natural no sólo los principios especulativos, sino los prácticos, como “no debe hacerse mal a nadie”. La otra inteligencia es la que, según leemos en la “Etica”, conoce “el extremo”, e. d., un primer singular y contingente operable, la menor del silogismo de la prudencia, que debe ser particular, según se ha dicho. Como este primer singular es un fin particular, síguese que la inteligencia que ponemos como parte de la prudencia es cierta estimación recta de un fin particular. (ad 1)
- La recta estimación del fin particular se llama también “inteligencia” en cuanto principio. Y “sentido” en cuanto particular. Es conforme a la expresión del filósofo de que “debe existir un sentido para estos, e. d., los singulares y este es el “entendimiento”. Pero no es el sentido particular los que conoce los sensibles propios, sino el sentido interno que juzga de los concreto y singular. (ad 3)
Art. 3:
- Es propio de la docilidad el disponernos para recibir bien la instrucción de otros. (c)
- La docilidad, (…), se basa en una aptitud o predisposición natural; mas su completo desarrollo depende del esfuerzo humano, e. d., de que el hombre atienda solícito, y con frecuencia y respeto, a las enseñanzas de los mayores, en vez de descuidarlas por pereza o rechazarlas por soberbia. (ad 2)
- En materia de prudencia nadie se basa por sí sólo. (ad 3)
Art. 4:
- Es propio de la prudencia formar un recto juicio de la acción. Pero la recta apreciación en el orden de lo operable se adquiere, como en el especulativo, de dos modos: por la invención propia o aprendiendo de otros. (c)
- Lo primero es propio de la “sagacidad” que es “habilidad para la rápida y fácil invención del medio”, o bien “hábito por el que de pronto se sabe hallar lo que conviene” del cual surge la “vigilancia” que es “la virtud por la cual se conjetura bien en toda clase de asuntos”; Lo segundo es propio de la “docilidad”. (cfr. C)
- La “sagacidad” es también “virtud por la cual se averigua por conjeturas la verdad”. (ad 3)
Art. 5:
- La prudencia necesita que el hombre separa razonar bien porque “es oficio del prudente aconsejar bien” (VI Eth.) (c)
- La necesidad de la razón proviene de la imperfección de la inteligencia. (ad 2)
- La prudencia necesita más que ningún otro hábito intelectual del buen razonamiento del hombre para poder aplicar rectamente los principios universales a los casos particulares, que son variados e inciertos. (ad 2)
Art. 6:
- En la recta adecuación al fin que incluye la razón de previsión va incluida también la rectitud del consejo, del juicio y del precepto, sin los cuales no puede darse una recta ordenación al fin. (ad 3)
Art. 7:
- Lo propio de la prudencia es la recta ordenación al fin, para esto toma en cuenta las circunstancias que pueden hacer que un acto que sea bueno se haga malo. Por esto es necesaria a la prudencia la circunspección, para que el hombre compare lo que se ordena al fin con sus circunstancias. (cfr. c)
- Aunque las circunstancias pueden ser infinitas, no lo sean actualmente, y son pocas las que modifican el juicio de la razón en las acciones (ad 1)
II-II, q. 51
Art. 1: (eubulia)
- …la virtud humana es una perfección proporcionada a la naturaleza del hombre, que no puede conocer por certeza y por simple intuición la verdad de las cosas, menos aún tratándose de las acciones, que son contingentes. (ad 2)
Art. 3: (synesis)
- El juicio recto consiste en que la inteligencia aprehenda las cosas tal como son en sí mismas. Esto se da cuando está bien dispuesto, como un espejo en buenas condiciones reproduce las imágenes de los cuerpos como son en sí mismos, mientras que, si falta esa buena disposición aparecen en él imágenes torcidas y deformes. La buena disposición de la inteligencia para recibir las cosas como son en sí mismas proviene radicalmente de la naturaleza, y en cuanto su perfección del ejercicio o de la intervención de la gracia. Y ello puede acontecer de dos modos: directamente o por parte de la misma inteligencia, que no está imbuida por depravadas concepciones sino verdaderas y rectas; tal es la función propia de la “synesis” como virtud especial. E indirectamente, por la buena disposición de la voluntad, de la cual se sigue el juicio recto sobre los bienes deseables. Y así los hábitos de las virtudes morales influyen sobre un recto juicio virtuoso en torno a los fines, mientras que la “synesis” se ocupa más bien de los medios. (ad 1)
- Además de la virtud de juzgar bien, es necesaria uan virtud final principal que impere rectamente, y esta es la prudencia. (ad 3)
II-II, q. 52
Art. 1:
- Lo propio de la criatura racional es moverse a la acción a través de una indagación de la razón o deliberación, que llamamos consejo. (c)
Art. 2:
- Es claro, (…), que la rectitud de la razón humana se relaciona con la razón divina como principio de movimiento inferior con el superior, ya que la razón divina es regla superior de toda humana rectitud. Por ello, la prudencia, que implica rectitud de la razón, suele ser máxima perfección en cuanto regulada y movida por el Espíritu Santo, y esto es propio del don del consejo (…). En consecuencia el don de consejo pertenece a la prudencia, a la cual ayuda y perfecciona. (c)
II-II, q. 53
Vicios opuestos
Art. 2:
- No se da ningún pecado sin que haya defecto en algún acto directivo de la razón, y esto es propio de la imprudencia. (c)
Esquema:
Eubulia precipitación o temeridad falta de docilidad y memoria o atención
Synesis y Gnome inconsideración falta de cautela y circunspección
Prudencia inconstancia o negligencia defectos de inteligencia y sagacidad
Art. 3:
- Los caminos tenebrosos son propios de la imprudencia (s.c.)
- Los grados intermedios, por los cuales hay que descender (para actuar prudentemente y no precipitadamente –que justamente implica no pasar por grados intermedios-) son la memoria de lo pasado, la inteligencia de lo presente, la sagacidad en la consideración del futuro, la hábil comparación de las alternativas, la docilidad en asentir a los avisos de los más ancianos; grados todos ellos, por los cuales desciende ordenadamente el que emite un juicio recto. Cuando uno, pues, es llevado a la acción por el impulso de la voluntad o de las pasiones saltando estos grados, tiene lugar la precipitación. (c) (importante)
- El desprecio a la regla directiva es propio de la temeridad; y parece proceder de la soberbia el rehusar someterse a una regla ajena. (cfr. ad 2)
Art. 4:
- La consideración implica un acto del entendimiento que intuye la verdad [de la cosa] [veritatem rei intuentis] (c)
- Toda la consideración de las cosas que se tienen en cuenta en el consejo se ordena a emitir un juicio recto por la cual la consideración recibe su última perfección en el juicio. (ad 2)
Art. 5:
- La inconstancia implica el abandono de un buen propósito definido. Este abandono tiene como principio la voluntad ya que nadie se aparta del bien que se ha propuesto a no ser porque le agrada alguna cosa de modo desordenado; pero no se consuma sino por defecto de la razón, que falla al repudiar lo que antes había aceptado rectamente, y al no resistir a los embates de las pasiones, pudiendo hacerlo, lo que proviene de su debilidad en no mantenerse firme en el bien ya propuesto. De ahí que la inconstancia en cuanto a su consumación nace de un defecto de la razón. Y así como toda rectitud de la razón práctica pertenece de algún modo a la prudencia así todo defecto de la misma pertenece a la imprudencia; por lo cual la inconstancia, en su especie consumada, pertenece a la imprudencia. Y del mismo modo que la precipitación proviene de un defecto en el acto de consejo, y la inconsideración en el acto del juicio, la inconstancia surge por defecto en el acto del imperio, ya que decimos que es inconstante aquel cuya razón falla al imperar los actos que ya han sido bien deliberados y juzgados. (c)
II-II, q. 54
Art. 1:
- En todo pecado ha de existir defecto en algún acto de la razón… (ad 2)
II-II, q. 55
Art. 3:
- Pecados contra la prudencia que presentan semejanzas con ella:
Se da de dos modos:
1) Porque la razón se aplica a ordenar la acción a un fin que no es bueno sino sólo en apariencia, y esto es propio de la prudencia de la carne.
2) Porque para conseguir un fin bueno o malo se camina por vías fingidas y aparentes, lo cual es propio de la astucia. (cfr. c)
- No debe conseguirse un fin bueno usando medios simulados y falsos, sino verdaderos. (ad 2)
Art. 7:
- No podemos decir que una obra es virtuosa sino va revestida de las debidas circunstancias, una de las cuales es el tiempo… (c)
- in III sent.:
d. 23, q. 1, a. 4 ad 3 et 4
d. 33, q. 1, a. 1, qla. 2
q. 2, a. 1, qla. 3-4; a. 2, qla. 1; a. 3 et 5
q. 3, a. 1
d. 35, q. 2, a. 4
d. 36, q. 1
- in II y VI Ethicorum
- De virtutibus in communi
- De virtutibus cardinalis
- Quodlibeto 12, q. 15, a. 22
- Summa Theologiae:
I-II, 56, 3; 57, a-6; 58; 61; 64; 65, 1
II-II, 47-56
Fuente: Ramirez S., O.P., Introducción al tratado de la prudencia.
II-II, q. 47
Art. 1:
- La prudencia reside propiamente en el entendimiento (ratione) (c)
(porque trata a modo de deducción –quaedam collationem- de lo pasado y lo futuro)
- La prudencia no está simplemente en el entendimiento, como el arte, ya que lleva consigo, (...), la aplicación a la obra, lo cual pertenece a la voluntad. (ad 3)
Art. 2:
- La prudencia es recta razón en el obrar, lo cual es propio de la razón practica. Por lo tanto la prudencia reside solamente en el entendimiento práctico. (s.c.)
- En el género de los actos humanos, la causa más alta es el fin común a toda la vida humana. Este es el fin del que se ocupa la prudencia. (ad 1)
- La prudencia es sabiduría acerca de las cosas humanas: no sabiduría absuluta, por no versar sobre la causa altísima, absoluta, puesto que trata del bien humano, y el hombre no es lo mejor de todo lo que existe. (ad 1)
- A la prudencia le toca aplicar la recta razón a las cosas que implican consejo, en las cuales no se da un medio determinado de llegar al fin. (ad 3)
Art. 3:
- Por el hecho de que la infinidad de singulares no pueden ser aprehendidos por la razón, se sigue que “son inseguros los pensamientos de los hombres”, como dice la escritura (sap. 9, 14). La experiencia, no obstante, reduce los infinitos singulares a algún número finito de cosas que suelen darse la mayoría de las veces, cuyo conocimiento basta para constituir a prudencia humana. (ad 2)
Art. 4:
- Virtud es la que hace bueno al sujeto que la posee y a sus actos. (c)
- Dos sentidos del bien: a) Material lo que es bueno
b) Formal razón de bien (este es obj. De la voluntad) (c)
- Tienen más carácter de virtud los hábitos que se ordenan a la rectitud de la voluntad, por considerar el bien no sólo material, sino formalmente (lo bueno bajo razón de bien) (c)
- Es propio de la prudencia aplicar la recta razón al obrar, lo cual no se realiza sin la rectificación de la voluntad. (c) (por esto se cuenta a la prudencia entre las virt. morales)
Art. 5:
- La prudencia versa sobre cosas contingentes (c)
- La prudencia ayuda a todas las virtudes y actúa en todas. (ad 2)
- Lo operable es materia de la prudencia en cuanto objeto del entendimiento, e. d., bajo la razón de verdad; y de las virtudes morales en cuanto obj. de una virtud apetitiva, e. d., bajo la razón de bondad. (ad 3) (importante)
Art. 6:
- La prudencia rectifica la intención de los medios (la virtud moral la de los fines) (ver Libro VI Etica Nic., c. 3 1256 b 15; sto. Tomás lect. 6) (s.c.)
- El fin de las virtudes morales es el bien humano. Pero el bien del alma humana consiste en estar regulada por la razón, (...). Es, pues, necesaria la existencia previa de dichas virtudes morales en la razón. Y como en la razón especulativa hay cosas conocidas naturalmente, de las que se ocupa la inteligencia de los primeros principios, y otras que se conocen por medio de ellas, que pertenece a la ciencia, así en la razón práctica preexisten ciertos principios naturalmente, que son los fines de las virtudes morales, ya que, como hemos dicho, el fin en el orden de la acción es como el principio en el del conocimiento; y a su vez hay conclusiones, que son los medios, a los cuales llegamos por lo mismos fines. De estos se ocupa la prudencia, que aplica los principios universales a las conclusiones particulares del orden de la acción. No le corresponde, por lo tanto, imponer el fin a las virt. morales, sino sólo disponer de los medios. (c)
- A las virt. morales les impone el fin la razón natural llamada sindéresis. (ad 1)
- Las virt. morales tienden al fin establecido por la razón natural. A esto las ayuda la prudencia, preparando el camino y disponiendo los medios. (ad 3)
- La prudencia mueve a las virtudes y a la prudencia la mueve la sindéresis. (cfr. ad 3)
Art. 7:
- El fin propio de toda virtud es conformarse con la recta razón. (c)
- Pero determinar como y porqué vías debe alcanzar en sus actos ese medio racional corresponde a la prudencia. (c)
- La virtud moral tiende al medio debido de un modo connatural. Pero ese justo medio no es el mismo en todas. Y por eso no basta la inclinación natural, que siempre actua del mismo modo, sino que es necesaria la prudencia. (ad 3)
Art. 8:
- La prudencia “es recta razón en el obrar”, como ya hemos dicho. Por tanto, será su acto principal es que sea tal en la dirección recta de lo agible. En ello debemos ver tres actos: en 1er. lugar el consejo, que pertenece a la invención, puesto que, como dijimos aconsejar es indagar; el 2do. es juzgar de los medios hallados. Ahí termina la razón especulativa. Pero la razón práctica ordenadora de la acción, procede ulteriormente con el 3er. acto, que es el imperio, que consiste en aplicar a la operación esos consejos y juicios. Y, como este acto se acerca más al fin de la razón práctica, de ahí que sea su acto principal y, por lo tanto, también de la prudencia. (c)
- ...dicendum quod movere absolute pertinet ad voluntatem. Sed praecipare importat motionen cum quadam ordinatione. Et ideo est actus rationis, ut supra dictum est.(I-II, 17, 1)
La traducción de este texto no es buena: “Mover absolutamente pertenece a la voluntad. Pero el imperar implica moción ordenada que es acto de la razón....”
(“moción ordenada” implica otras cosas que “motionem cum quadam ordinatione” ya que quadam implica que la ordenación no es absoluta, dejando lugar al error o al fallo del imperio; y esto justamente por falta de ordenación)
Art. 9:
- Como afirma el filósofo “no puede exigirse la misma certeza en todo, sino en cada materia, conforme a su modo propio” (Libro I Etica Nic. C. 3, 1094 b 12; b 24). Como la materia de la prudencia son los singulares contingentes, sobre los cuales se ejercen los operaciones humanas, la certeza de la prudencia no puede ser tal que excluya toda solicitud. (ad 2)
- La solicitud excesiva proviene del vano temor y desconfianza excesiva (ad 3)
- “Es imposible ser prudente sin ser bueno” (Aristóteles, Lib. VI, Etica Nic., c. 12, 1144 a 36; sto. Tomás, lect. 10) (s.c.)
- Tres tipos de prudencia:
La prudencia puede tener tres sentidos. Hay una prudencia falsa, así llamada por su semejanza con la verdadera. Así como el prudente dispone y ordena sus acciones para un fin bueno, el que respecto de un fin malo dispone y ordena los medios aptos para él posee una prudencia falsa, pues lo que toma como fin no es bueno sino por semejanza, como podemos hablar de un buen ladrón. De igual manera puede llamarse ladrón prudente el que pone todos los medios necesarios para robar. Tal es aquella prudencia de la cual dice el apóstol: “la prudencia de la carne es la muerte” (Rm. 8, 6). Puesto que pone su fin último en los placeres de la carne.
Hay otra suerte de prudencia, y es la verdadera, porque indaga y halla los medios aptos para llegar a un fin bueno. Pero es imperfecta por dos razones: una, porque ese bien que tiene como fin no es el fin común de toda la vida humana, sino sólo en un orden especial de cosas; así, el que halla los medios aptos para negociar o navegar decimos que es un negociante o marinero prudente; segunda porque falla en el acto principal de la prudencia: así el que posee consejo y juicio rectos aún en los negocios referentes a toda la vida, pero no impera con eficacia.
Finalmente, hay una 3ra. clase de prudencia que es verdadera y perfecta; es la que delibera, juzga y preceptúa con rectitud y orden al fin bueno de toda la vida humana. (c).
- La prudencia importa el orden al ap. Recto, ya porque sus principios son los fines virtuosos, cuya recta estimación es dada por os hábitos de las virtudes morales que rectifican la voluntad y de ahí que la prudencia no puede darse sin las virt. morales; o bien porque la prudencia preceptúa las obras buenas, lo cual no es posible sin una voluntad recta. (ad 2) (ver su contraria: la vol. perversa propia de los pecadores)
II-II, q. 48
De partibus prudentiae
Art. Único:
Partes integrales: Elementos de la virtud que deben concurrir al acto perfecto de la misma
De la prudencia son 8:
5 cognoscitivas: memoria, habilidad en el raciocinio, inteligencia, docilidad y sagacidad
3 perceptivas: previsión o providencia, circunspección y precaución.
- Esta diversidad está justificada por el hecho de que en el conocimiento debemos considerar tres momentos: uno el conocimiento en sí mismo, el cual, si se refiere a las cosas pasadas, da lugar a la “memoria”, y si a los presentes, sean contingentes o necesarios, se llama “inteligencia”. Podemos considerar el modo de adquirir ese conocimiento, que es o bien por enseñanza, y tenemos la “docilidad”, o por propia invención, y da lugar a la “eustochia”, que es el saber “conjeturar bien”. Parte de la misma es la “sagacidad”, que es una “pronta conjeturación o averiguación del medio”. Y tercero se ha de considerar la aplicación de ese conocimiento en cuanto que una cosas conocidas nos llevan a conocer o juzgar otra, lo cual es propio de la “razón”. Más la razón, para preceptuar rectamente debe realizar tres cosas: ordenar algo convenientemente al fin, lo que es propio de la “previsión”; tener en cuenta los distintos aspectos de la situación, es labor propia de la “circunspección”; finalmente, evitar los obstáculos y esto le compete a la “precausión” (c)
- (la prudencia) muchas veces razona basándose en principios necesarios; otras en verdades probables, y otras, en conjeturas. (c)
Partes potenciales son virtudes adjuntas a la misma que se ordenan a otros actos secundarios, porque no poseen toda la virtualidad (potentiam) de la virtud principal.
- Para la prudencia: “eubulia” que se refiere al consejo; “synesis” o buen sentido, para juzgar lo que sucede ordinariamente; y la “gnome” o perspicacia, para juzgar lo que a veces se aparta de las leyes comunes
- La prudencia, por su parte, se ocupa del acto principal, que es el precepto o imperio. (c)
II-II, q. 49
Art. 1:
- La prudencia(...) trata de la acciones contingentes. En éstas no puede el hombre regirse por la verdad absoluta (simpliciter es ex necessitate vera) sino por lo que sucede comúnmente, puesto que los principios deben ser proporcionados a las conclusiones, que han de ser del mismo orden de aquellos. Mas la experiencia enseña cual es la verdad en los hechos contingentes (quid autem in pluribus sit verum oportet per experimentum considerarre); de ahí que según Aristóteles: “la virtud intelectual nace y se desarrolla con la experiencia y el tiempo” (Lib. VI Etica nic., c. 3, 1139 b 26). A su vez la experiencia se forma de muchos recuerdos. De ahí que a la prudencia corresponda recordar muchas cosas y que la memoria sea parte suya. (c)
Art. 2:
- No tomamos aquí inteligencia (intellectus) como facultad intelectiva, sino en cuanto que importa la evidencia de un principio último por sí mismo conocido: así hablamos de la inteligencia de los primeros principios. Toda deducción racional procede de principios primeros y evidentes. Por lo mismo, todo proceso racional debe partir de estos principios. Como por otra parte la prudencia es la recta razón en el obrar , todo su proceso debe derivarse de un conocimiento claro de los principios. Tenemos, pues, que la inteligencia es parte de la prudencia. (c)
- La prudencia termina como conclusión en una obra particular a la cual aplica el conocimiento universal según queda dicho. Pero la conclusión particular se deriva de una proposición universal y de otra particular. Por consiguiente la prudencia debe proceder de una doble inteligencia: una, la que es cognoscitiva de los universales, y tal es la inteligencia , hábito especulativo por el que conocemos de un modo natural no sólo los principios especulativos, sino los prácticos, como “no debe hacerse mal a nadie”. La otra inteligencia es la que, según leemos en la “Etica”, conoce “el extremo”, e. d., un primer singular y contingente operable, la menor del silogismo de la prudencia, que debe ser particular, según se ha dicho. Como este primer singular es un fin particular, síguese que la inteligencia que ponemos como parte de la prudencia es cierta estimación recta de un fin particular. (ad 1)
- La recta estimación del fin particular se llama también “inteligencia” en cuanto principio. Y “sentido” en cuanto particular. Es conforme a la expresión del filósofo de que “debe existir un sentido para estos, e. d., los singulares y este es el “entendimiento”. Pero no es el sentido particular los que conoce los sensibles propios, sino el sentido interno que juzga de los concreto y singular. (ad 3)
Art. 3:
- Es propio de la docilidad el disponernos para recibir bien la instrucción de otros. (c)
- La docilidad, (…), se basa en una aptitud o predisposición natural; mas su completo desarrollo depende del esfuerzo humano, e. d., de que el hombre atienda solícito, y con frecuencia y respeto, a las enseñanzas de los mayores, en vez de descuidarlas por pereza o rechazarlas por soberbia. (ad 2)
- En materia de prudencia nadie se basa por sí sólo. (ad 3)
Art. 4:
- Es propio de la prudencia formar un recto juicio de la acción. Pero la recta apreciación en el orden de lo operable se adquiere, como en el especulativo, de dos modos: por la invención propia o aprendiendo de otros. (c)
- Lo primero es propio de la “sagacidad” que es “habilidad para la rápida y fácil invención del medio”, o bien “hábito por el que de pronto se sabe hallar lo que conviene” del cual surge la “vigilancia” que es “la virtud por la cual se conjetura bien en toda clase de asuntos”; Lo segundo es propio de la “docilidad”. (cfr. C)
- La “sagacidad” es también “virtud por la cual se averigua por conjeturas la verdad”. (ad 3)
Art. 5:
- La prudencia necesita que el hombre separa razonar bien porque “es oficio del prudente aconsejar bien” (VI Eth.) (c)
- La necesidad de la razón proviene de la imperfección de la inteligencia. (ad 2)
- La prudencia necesita más que ningún otro hábito intelectual del buen razonamiento del hombre para poder aplicar rectamente los principios universales a los casos particulares, que son variados e inciertos. (ad 2)
Art. 6:
- En la recta adecuación al fin que incluye la razón de previsión va incluida también la rectitud del consejo, del juicio y del precepto, sin los cuales no puede darse una recta ordenación al fin. (ad 3)
Art. 7:
- Lo propio de la prudencia es la recta ordenación al fin, para esto toma en cuenta las circunstancias que pueden hacer que un acto que sea bueno se haga malo. Por esto es necesaria a la prudencia la circunspección, para que el hombre compare lo que se ordena al fin con sus circunstancias. (cfr. c)
- Aunque las circunstancias pueden ser infinitas, no lo sean actualmente, y son pocas las que modifican el juicio de la razón en las acciones (ad 1)
II-II, q. 51
Art. 1: (eubulia)
- …la virtud humana es una perfección proporcionada a la naturaleza del hombre, que no puede conocer por certeza y por simple intuición la verdad de las cosas, menos aún tratándose de las acciones, que son contingentes. (ad 2)
Art. 3: (synesis)
- El juicio recto consiste en que la inteligencia aprehenda las cosas tal como son en sí mismas. Esto se da cuando está bien dispuesto, como un espejo en buenas condiciones reproduce las imágenes de los cuerpos como son en sí mismos, mientras que, si falta esa buena disposición aparecen en él imágenes torcidas y deformes. La buena disposición de la inteligencia para recibir las cosas como son en sí mismas proviene radicalmente de la naturaleza, y en cuanto su perfección del ejercicio o de la intervención de la gracia. Y ello puede acontecer de dos modos: directamente o por parte de la misma inteligencia, que no está imbuida por depravadas concepciones sino verdaderas y rectas; tal es la función propia de la “synesis” como virtud especial. E indirectamente, por la buena disposición de la voluntad, de la cual se sigue el juicio recto sobre los bienes deseables. Y así los hábitos de las virtudes morales influyen sobre un recto juicio virtuoso en torno a los fines, mientras que la “synesis” se ocupa más bien de los medios. (ad 1)
- Además de la virtud de juzgar bien, es necesaria uan virtud final principal que impere rectamente, y esta es la prudencia. (ad 3)
II-II, q. 52
Art. 1:
- Lo propio de la criatura racional es moverse a la acción a través de una indagación de la razón o deliberación, que llamamos consejo. (c)
Art. 2:
- Es claro, (…), que la rectitud de la razón humana se relaciona con la razón divina como principio de movimiento inferior con el superior, ya que la razón divina es regla superior de toda humana rectitud. Por ello, la prudencia, que implica rectitud de la razón, suele ser máxima perfección en cuanto regulada y movida por el Espíritu Santo, y esto es propio del don del consejo (…). En consecuencia el don de consejo pertenece a la prudencia, a la cual ayuda y perfecciona. (c)
II-II, q. 53
Vicios opuestos
Art. 2:
- No se da ningún pecado sin que haya defecto en algún acto directivo de la razón, y esto es propio de la imprudencia. (c)
Esquema:
Eubulia precipitación o temeridad falta de docilidad y memoria o atención
Synesis y Gnome inconsideración falta de cautela y circunspección
Prudencia inconstancia o negligencia defectos de inteligencia y sagacidad
Art. 3:
- Los caminos tenebrosos son propios de la imprudencia (s.c.)
- Los grados intermedios, por los cuales hay que descender (para actuar prudentemente y no precipitadamente –que justamente implica no pasar por grados intermedios-) son la memoria de lo pasado, la inteligencia de lo presente, la sagacidad en la consideración del futuro, la hábil comparación de las alternativas, la docilidad en asentir a los avisos de los más ancianos; grados todos ellos, por los cuales desciende ordenadamente el que emite un juicio recto. Cuando uno, pues, es llevado a la acción por el impulso de la voluntad o de las pasiones saltando estos grados, tiene lugar la precipitación. (c) (importante)
- El desprecio a la regla directiva es propio de la temeridad; y parece proceder de la soberbia el rehusar someterse a una regla ajena. (cfr. ad 2)
Art. 4:
- La consideración implica un acto del entendimiento que intuye la verdad [de la cosa] [veritatem rei intuentis] (c)
- Toda la consideración de las cosas que se tienen en cuenta en el consejo se ordena a emitir un juicio recto por la cual la consideración recibe su última perfección en el juicio. (ad 2)
Art. 5:
- La inconstancia implica el abandono de un buen propósito definido. Este abandono tiene como principio la voluntad ya que nadie se aparta del bien que se ha propuesto a no ser porque le agrada alguna cosa de modo desordenado; pero no se consuma sino por defecto de la razón, que falla al repudiar lo que antes había aceptado rectamente, y al no resistir a los embates de las pasiones, pudiendo hacerlo, lo que proviene de su debilidad en no mantenerse firme en el bien ya propuesto. De ahí que la inconstancia en cuanto a su consumación nace de un defecto de la razón. Y así como toda rectitud de la razón práctica pertenece de algún modo a la prudencia así todo defecto de la misma pertenece a la imprudencia; por lo cual la inconstancia, en su especie consumada, pertenece a la imprudencia. Y del mismo modo que la precipitación proviene de un defecto en el acto de consejo, y la inconsideración en el acto del juicio, la inconstancia surge por defecto en el acto del imperio, ya que decimos que es inconstante aquel cuya razón falla al imperar los actos que ya han sido bien deliberados y juzgados. (c)
II-II, q. 54
Art. 1:
- En todo pecado ha de existir defecto en algún acto de la razón… (ad 2)
II-II, q. 55
Art. 3:
- Pecados contra la prudencia que presentan semejanzas con ella:
Se da de dos modos:
1) Porque la razón se aplica a ordenar la acción a un fin que no es bueno sino sólo en apariencia, y esto es propio de la prudencia de la carne.
2) Porque para conseguir un fin bueno o malo se camina por vías fingidas y aparentes, lo cual es propio de la astucia. (cfr. c)
- No debe conseguirse un fin bueno usando medios simulados y falsos, sino verdaderos. (ad 2)
Art. 7:
- No podemos decir que una obra es virtuosa sino va revestida de las debidas circunstancias, una de las cuales es el tiempo… (c)