Publicamos una obra ineludible dentro del Tomismo: De Veritate Fundamentali Philosophiae Christianae, del padre Norberto del Prado O.P.
Tomismo
Blog dedicado a la filosofía y teología de santo Tomás de Aquino
martes, 22 de octubre de 2013
martes, 17 de septiembre de 2013
Santiago M. Ramírez O.P., Pueblo y gobernantes al servicio del bien común
Pensamos que una buena forma de fomentar el tomismo en este tiempo es publicar links que nos lleven a obras que han sido importantes dentro de esta escuela de pensamiento.
Como primera entrega les copiamos el acceso a la obra "Pueblo y gobernantes al servicio del bien común" del padre Santiago M. Ramírez O.P.
Esperamos sinceramente que disfruten de esta importante obra.
Como primera entrega les copiamos el acceso a la obra "Pueblo y gobernantes al servicio del bien común" del padre Santiago M. Ramírez O.P.
Esperamos sinceramente que disfruten de esta importante obra.
sábado, 6 de abril de 2013
¿Fue conveniente que Cristo resucitase al tercer día?
Fue necesario que Cristo resucitase por cinco motivos. Primero, para recomendación de la justicia divina, que es la encargada de exaltar a los que se humillan por Dios, según aquellas palabras de Lc 1,52: Derribó a los poderosos de su trono, y exaltó a los humildes. Así pues, al haberse humillado Cristo hasta la muerte de cruz, por caridad y por obediencia a Dios, era necesario que fuese exaltado por Dios hasta la resurrección gloriosa. Por lo que, en el Sal 138,2, se dice de su persona: Tú conociste, esto es, aprobaste mi sentarme, es decir, mi humillación y mi pasión y mi resurrección, lo que equivale a mi glorificación por la resurrección, como lo expone la Glosa.
Segundo, para la instrucción de nuestra fe. Por su resurrección, efectivamente, fue confirmada nuestra fe en la divinidad de Cristo porque, como se dice en 2 Cor 13,4,aunque fue crucificado por nuestra flaqueza, está sin embargo vivo por el poder de Dios. Y, por este motivo, se escribe en 1 Cor 15,14: Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación, y vana es nuestra fe. Y en el Sal 29,10 se pregunta: ¿Qué utilidad habrá en mi sangre, esto es, en el derramamiento de mi sangre, mientras desciendo, como por unos escalones de calamidades, a la corrupción? Como si dijera: Ninguna. Pues si no resucita al instante, y mi cuerpo se corrompe, a nadie predicaré, a nadie ganaré, según expone la Glosa.
Tercero, para levantar nuestra esperanza. Pues, al ver que Cristo resucita, siendo El nuestra cabeza, esperamos que también nosotros resucitaremos. De donde, en 1 Cor 15,12, se dice: Si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo algunos de entre vosotros dicen que no hay resurrección de los muertos? y en Job 19,25.27 se escribe: Yo sé, es claro que por la certeza de la fe, que mi Redentor, esto es, Cristo, vive, por resucitar de entre los muertos, y por eso resucitaré yo de la tierra en el último día; esta esperanza está asentada en mi interior.
Cuarto, para instrucción de la vida de los fieles, conforme a aquellas palabras de Rom 6,4:Como Cristo resucitó de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Y debajo (v.9.11): Cristo, al resucitar de entre los muertos, ya no muere; así, pensad que también vosotros estáis muertos al pecado, pero vivos para Dios.
Quinto, para complemento de nuestra salvación. Porque, así como por este motivo soportó los males muriendo para librarnos de ellos, así también fue glorificado resucitando para llevarnos los bienes, según aquel pasaje de Rom 4,25: Fue entregado por nuestros pecados, y resucitó para nuestra justificación.
III, q. 53, a.2, c.
miércoles, 15 de agosto de 2012
Links a la Editio Leonina de la Summa Theologiae
- Summa Theologiae, Prima Pars, qq, I-XLIX
- Summa Theologiae, Prima Pars, qq. L-CXIX
- Summa Theologiae, Prima Secundae, qq. I-LXX
- Summa Theologiae, Prima Secundae, qq. LXXI-CXIV
- Summa Theologiae, Secunda Secundae, qq. I-LVI
- Summa Theologiae, Secunda Secundae, qq. LVII-CXXII
- Summa Theologiae, Secunda Secundae, qq. CXXIII-CLXXXIX
- Summa Theologiae, Tertia Pars, qq. I-LIX
- Summa Theologiae, Tertia Pars, qq. LX-XC et Supplemento
Desde aquí se puede acceder a Edición Leonina de la Suma Teológica, que incluye el comentario del Cardenal Cayetano, la página cuenta con la opción de bajar en distintos formatos, incluido el PDF los archivos correspondientes a los diversos Tomos de la obra .
Para ver todos los tomos de esta edición providencial, con sus respectivos links pueden visitar la página Corpus Thomisticum
viernes, 25 de noviembre de 2011
Fichaje de "La monarquía" (De Regno)
Libro: La monarquía (título original De Regno)
Autor: Santo Tomás de Aquino
Traducción, est. Preliminar y notas: Laureano Roble y Angel
Chueca
Editorial: Altaya
Lugar y Año: Barcelona, 1997
|
Proemio
1.
Donde santo Tomás se propone
exponer cuidadosamente el origen de la monarquía y los deberes propios de un
rey de acuerdo con los dictados de las Sagradas Escrituras, los principios de
los filósofos y los ejemplos de los príncipes famosos.
LIBRO I
Capítulo 1
2.
Donde santo Tomás plantea la
necesidad de exponer lo que se entiende por la palabra rey. Luego expone que se
precisa un dirigente para guiar al hombrea su fin propio, ya que los hombres se
dirigen al fin de modo diverso; esto se da porque el hombre es un ser sociable
y político por necesidad natural, por esto es que no puede bastarse a sí mismo
en su existencia.
3.
El hombre solamente tiene
conocimiento natural de lo que le es necesario para su vida viviendo en
comunidad (no es posible que un solo hombre llegue al conocimiento de estas
cosas a través de la razón). Esto se ve claro en el hecho de que es propio del
hombre el hablar, ya que por medio del cual puede comunicar sus ideas a otras
personas.
4.
Donde santo Tomás saca la
conclusión de que si la naturaleza del hombre exige que viva en una sociedad
plural, es preciso que haya en los hombres algo por lo que se rija la mayoría,
pues al existir muchos hombres y preocuparse cada uno de aquello que le
beneficia, la multitud se dispersaría en diversos núcleos a no ser que hubiese
alguien en ella que cuidase del bien de la sociedad. Por lo propio se enemistan
algunos, por lo común se unen, por esto conviene que, además de lo que mueve a
cada uno a su propio bien, haya algo que mueva al bien comande todos. Luego es
preciso que en toda sociedad haya algo que la dirija.
5.
Todo lo que se halla ordenado a un fin, a veces avanza
rectamente y otras no, esto se aplica al caso de la sociedad; cada cosa es bien
regida cuando se la dirige al fin que le conviene; la sociedad está bien
dirigida cuando el que gobierna lo hace hacia el bien común y no individual,
esto es un régimen justo.
6.
Donde santo Tomás expone los
distintos tipos de regímenes: si el régimen es injusto a causa de una persona,
a esta se le llama tirano, porque oprime con la fuerza y no gobierna con la
justicia; pero si el régimen es injusto a causa de varios se le llama
oligarquía, esto es cuando unos pocos oprimen a su pueblo por medio de las
riquezas; si el gobierno inicuo es ejercido por muchos, se denomina democracia,
esto es cuando el pueblo oprime a los ricos con una fuerza más plebeya.
El régimen justo puede dividirse de igual modo: si es gobierno por
un grupo se lo llama política; si es gobierno por unos pocos honestos se lo
llama aristocracia o sea, gobierno de los mejores; pero si el gobierno justo es
ejercido por uno exclusivamente aquel es llamado rey.
7.
De ello se desprende que
pertenece a la noción de rey ser uno solo el que presida y sea pastor, buscando
el bien común de la sociedad y no el suyo, es llamado rey el que gobierna una
sociedad perfecta como la es provincia o ciudad y no quien gobierna una casa o un barrio.
Capítulo 2
8.
Donde el santo de Aquino se
propone averiguar si conviene más a la provincia o a la ciudad ser gobernada
por uno o por muchos. Esto puede examinarse a partir del mismo fin del
gobierno.
Todo dirigente de la sociedad debe tender, sobre todo a procurar la
unidad de la paz; de este modo será más útil; pero de mejor manera puede lograr
la unidad uno que muchos, por esto concluye el aquinate, que es más útil (que
conduce mejor al fin) el gobierno de uno que el de muchos.
9.
Donde se exponen varias razones
a favor del gobierno de uno:
·
muchos no podrían dirigir la
sociedad si disintieran totalmente, se requiere unión en la pluralidad.
·
Lo que se da por naturaleza es
mejor; todo gobierno natural es unipersonal.
·
El cuerpo es regido por el alma
y de entre sus partes preside una como la principal: la razón.
·
Las abejas tienen una reina.
·
En todo el universo se da un
único Dios creador.
Es
mejor, por tanto, que la sociedad humana también sea dirigida por uno, por que
así en esta se gozará la paz y se distinguirá por la justicia y se alegrará en
la abundancia.
Capítulo 3
10.
Donde Santo Tomás se propone
demostrar, y demuestra por distintas razones que la monarquía es el mejor régimen y si esto es
así, entonces es necesario que la tiranía sea el peor régimen, como por
ejemplo, la virtud unida es más eficaz para producir el efecto, que dispersa y
así como produce mayor utilidad la virtud que tiende al bien, así también es
más nocivo que la fuerza que produce el mal sea una sola que muchas.
11.
Un régimen se vuelve injusto
cuando no atiende al bien común tanto más injusto será entre la oligarquía y la
democracia el que más se separa del bien común es la primera, por que en esta
se busca el bien de unos pocos y en aquella el bien de muchos; toda vía se
separa más del bien común la tiranía que busca el bien de uno; por esto este
régimen es injustísimo, por que como el bien procedente de una causa es más
fuerte, el mal proveniente de múltiples es más débil, luego en conveniente que,
para ser fuerte, el gobierno sea unipersonal.
Entre
los regímenes injustos el más tolerable es la democracia y el peor la tiranía.
12.
Lo mismo se deduce de la
consideración de los males que provienen del tirano por que cuando este,
despreciando el bien común busca el suyo oprime a los súbditos de mil maneras,
pues se deja llevar por muchas pasiones para adquirir algunos bienes; esto
produce inseguridad e incertidumbre por que se olvida el derecho; el tirano no
oprime solamente los cuerpos de sus súbditos, sino que impide hasta los bienes
espirituales, puesto que se preocupa más de figurar que de servir e impide el
progreso general sospechando que cualquier superioridad de sus súbditos supone
un perjuicio para su dominación inicua. A los tiranos les parece terrible la
virtud ajena y sospechan más del bueno que del malo. Se preocupan también de que
entre sus súbditos no se fortalezcan ninguna relación de amistad y de que no se
alegren en la paz para que desconfiando uno de otro nada puedan preparar en
contra de su dominio.
13.
Expone aquí el santo que cuando
gobierna un tirano se miran con malos ojos al virtuoso, por esto es que se encuentran en estos
regímenes pocas personas virtuosas ya que es natural que los hombres que
crecieron bajo el temor, degeneren hacia el servilismo y se vuelvan pusilánimes
ante cualquier obra viril y esforzada.
Capítulo 4
14.
Donde el santo expone sobre los
cambios de poder en Roma, donde luego de expulsar al tirano instituyeron
cónsules y otros magistrados que comentan a dirigirlos, y a gobernarlos,
trocando la monarquía en aristocracia. Esto sucede por que lo mejor y lo peor
se dan en la monarquía, por que la dignidad real se hace odiosa a muchos por la
maldad de los tiranos. Sucede en la mayor parte de las veces que los hombres
que viven en una monarquía se esfuerzan menos en busca del bien común, como si
pensasen que lo que gastan en el bien común no revierte en sí mismos sino en
otro bajo poder ven que se encuentran los bienes de la comunidad cuando, por el
contrario, observan que el bien común no se encuentra al cuidado de uno, no
contemplan ese bien común como algo ajeno, sino que cada uno tiende a él como
algo propio, pues la experiencia demuestra que una sola ciudad gobernada por
dirigentes elegidos anualmente tiene más poder que cualquier rey aunque tenga 3
o 4 ciudades semejante a aquella donde se tornan más pesadas las pequeñas
cargas que impone un rey que los grandes sacrificios que impone la comunidad de
ciudadanos; esto se ve claro en el desarrollo de la República romana, donde
los plebeyos hacían grandes sacrificios que fueron agotados por las discordias
que culminaron en las guerras civiles. Algo parecido sucede en el pueblo Hebreo
que al principio, mientras fueron gobernados por jueces, en todas partes eran
saqueados por sus enemigos, pero después de que se les diera reyes por petición
suya y gracia divina se apartaron del culto del único Dios por la maldad de sus
gobernantes y finalmente fueron conducidos al cautiverio.
Capítulo 5
15.
Donde el aquinate expone que
sin duda si la monarquía se convierte en tiranía se sigue un mal menor que de
un régimen pluralista cuando se corrompe, por que la división que sigue a tal
régimen ataca al bien de la paz, el principal en la sociedad, mientras que ese
bien no es alterado por la tiranía, sino que se obstaculiza la consideración de
algunos bienes de las personas particulares por esto es más deseable el régimen
monárquico que el pluralista.
16.
Por otra parte un régimen
pluralista se convierte en una tiranía más frecuentemente que una monarquía,
pues una vez que ha surgido discordia en una pluralidad, a veces, uno supera a
los otros y usurpa en su exclusivo beneficio el dominio de la sociedad; esto lo
demuestra la historia.
Capítulo 6
17.
Donde se propone averiguar de
que modo puede precaverse la multitud contra el rey para que no caiga en manos
de un tirano.
En
primer lugar es necesario que sea elegido rey por aquellos a quienes le
corresponde esta tarea; luego hay que ordenar el gobierno del reino de modo que
el rey ya elegido se le sustraiga cualquier ocasión de tiranía, y al mismo
tiempo su poder ha de ser controlado de manera que no pueda fácilmente
inclinarse a la tiranía.
18.
Aquí expone sobre como es
posible oponerse al rey que se desvía a la tiranía: si el tirano no comete
excesos, es preferible soportar temporalmente una tiranía moderada que oponerse
a ella, por que tal oposición puede implicar peligros mayores que la misma
tiranía. Sucede también que después de expulsar al tirano del poder, aquel
quien lo reemplace suele caer en una tiranía peor que la anterior por temor que
le hagan a él lo que él hizo.
19.
Si se dan excesos intolerables en la tiranía,
algunos creyeron que es propio del valor de los hombres fuertes matar al tirano
y exponerse a los peligros de la muerte ellos mismos por liberar a la multitud;
pero esto no concuerda con la doctrina de los apóstoles, pues como enseña Pedro
“los súbditos deben obedecer
reverentemente no solo a los señores buenos y sencillos, sino también a los
malos” (1 Petr., II, 18) por que es una gracia que alguien soporte con la
ayuda de Dios los males que le afligen injustamente.
20.
Por esto conviene que actúe
contra la crueldad de los tiranos la autoridad pública que una presunción
particular de algunos; esto es por que si pertenece a alguna sociedad el
derecho de darse el rey, también posee el de destituirlo sin faltar, con esto,
a la justicia.
21.
Si con todo esto no puede haber
solución humana contra el tirano, hay que recurrir a Dios, Rey de todos, por
que según Salomón: “el corazón del rey se
halla en manos de Dios y lo inclinará hacia donde quiera” (Prov. XXI, 1)
Capítulo 7
22.
Donde santo Tomás se pregunta
sobre el premio que conviene al buen rey.
No le
conviene ni el honor ni la gloria por que como al rey no le bastan estas dos,
se convierte fácilmente en tirano; por que en el ánimo de todos late el deseo
de buscar el propio bien.
Tampoco
le conviene el placer y las riquezas por que para lograr esto se dedica a robar
y a injuriar a sus súbditos.
Por esto
se concluye que no conviene a la dignidad del rey el premio de la gloria humana
ya que es efímera y roba la libertad de ánimo a la cual todos los varones
magnánimos deben tender; por esto es que nada es tan indispensable para el
príncipe que se dispone a realizar grandes empresas como la grandeza de ánimo.
23.
Aquí el santo de Aquino expone
que no conviene a buen varón buscar la gloria sino despreciarla, ya que por
esta generalmente se cae en al hipocresía y en la presunción; por otro lado los
hechos demuestran que “conseguirá la
gloria quien la desprecie” como dijo un tal Fabio o como dijo Salustro
sobre Catón: “cuanto menos buscaba la
gloria, tanto más la obtenía”; o como los discípulos del mismo Cristo se
presentaban “como ministros de Dios a
pesar de la gloria o la bajeza de la infamia o de la buena fama”.
24.
Aunque la búsqueda de la gloria
lleve en sí algunos vicios como la hipocresía o la ambición o bien la
presunción, es más tolerable que el hecho que un rey busque placeres o dinero
ya que si la búsqueda de la gloria está orientada hacia la alabanza de los
hombres rectos mediante obras virtuosas, tiene cierto vestigio de virtud, al
menos mientras busque la aprobación de los buenos y se niegue a desagradarlos
ya que como apunta el santo de Aquino: “la mejor de las cosas terrenas parece
ser que los hombres testimonien la virtud de otros hombres”.
Capítulo 8
25.
Donde se trata de averiguar
cual es la recompensa digna de un rey.
Conviene
que el rey espere su premio y su retribución de Dios, por que el servidor
espera un premio del señor por su servicio; el rey al gobernar a su pueblo, es
un servidor de Dios, por lo cual no les promete una recompensa terrena sino una
que será eterna, no concedida por otro sino por el mismo.
26.
La razón lo señala. Pues el
premio de la virtud consiste en la felicidad (premio propio de los seres
racionales) y esta solo se logra mediante la
consecución de todas las cosas deseadas y como el deseo de la naturaleza
intelectual tiene por objeto el bien universal solamente puede hacer
verdaderamente feliz al hombre este bien; por esto la felicidad es llamada bien
perfecto; por esto es que nada terreno pueda constituir el premio digno de un
rey.
27.
Por otra parte la perfección
final y el completo bien de cualquier cosa depende de algo superior. La
felicidad pues constituye la perfección final por el bien completo del hombre,
al que todos desean llegar; y no hay nada terreno que pueda hacer feliz al hombre, y por tanto, el premio digno de un
rey tampoco es algo terreno; además como cualquier cosa , por naturaleza, busca
el principio por el que su ser es causado y la causa de la mente humana no puede
ser otra sino Dios, que la modeló a su imagen. Por consiguiente, únicamente
Dios puede saciar el deseo humano, hacer feliz al hombre y constituir el premio
digno de un rey.
28.
Además la mente humana conoce
el bien universal a través del entendimiento y lo desea por medio de la
voluntad; el bien universal únicamente se encuentra en Dios. Luego nada hay que
pueda hacer feliz al hombre, saciando su ansiedad más que Dios, y es en El
donde el rey debe cifrar su recompensa, como lo expresa el rey David en el
salmo 71: “mi bien consiste en unirme a Dios
y poner en Dios mi esperanza”. En este sentido puede decirse que la
recompensa de un rey es el honor y la gloria pero no el honor humano y caduco
sino el honor de ser ciudadano de la ciudad de los santos y familiar de Dios y
que al ser contado entre los hijos de Dios, alcance juntamente con Cristo la
herencia del reino de los cielos; tampoco la gloria humana conviene al rey sino
la gloria que brota del interior de la conciencia y conformada por Dios,
quienes buscan esta gloria la encuentran, y además consiguen la gloria de los
hombres aunque no la deseen como se ve en el ejemplo de Salomón.
Capítulo 9
29.
Donde se considera que los
reyes obtendrán en grado sublime y eminente de felicidad en el cielo por que si
a mayor virtud mayor felicidad en el cielo, y si la principal virtud es aquella
por la que cualquier hombre no solamente se autogobierna, sino que puede
también regir a otros y tanto más cuanto
mayor sea el número de gobernados; por esto es que el rey al ser más virtuoso
que cualquiera le corresponde un premio mayor en felicidad; y por que siempre
es superior el que gobierna al gobernado y merece mayor premio el rey si dirige
a los demás correctamente que cualquiera de los súbditos por más que se
comporte bien bajo la dirección del rey.
30.
Esto queda más claro si se
considera que aún a cualquier persona privada por sus buenas obras es alabada
por los hombres y Dios se lo computa como premio, luego ¿cuánto más ha de ser
alabado por los hombres y premiado por Dios quien regocija a toda una provincia
con la paz, contiene violencias, guarda la justicia y dispone lo que han de
hacer sus hombre tanto por leyes como por preceptos? Y apunta el santo que aquí
se observa que la grandeza del valor del rey se asemeja mucho a la de Dios,
puesto que el rey hace en su reino lo que Dios en el mundo.
31.
Que al rey le corresponde un
premio extraordinario puede probarse no solo por la razón sino también por
autoridad divina, pues dice Zacarías que en el día de la dicha en el que Dios
proteja a cuantos habitan en Jerusalén, o sea, con la visión de la paz eterna,
la casa de los demás reyes será como la de David, pues todo los reyes reinarán
con Cristo, como los miembros con su cabeza; y la casa de David será como la
casa de Dios, pues, así también permanecerá más cerca de Dios como premio.
Capítulo 10
32.
Donde se dice que nada les
puede ser más querido (a los reyes) que ser conducidos a la gloria del reino de
los cielos, entonces deben procurar con mucho cuidado que ellos mismo no caigan
en la tiranía, por que nadie que no sea necio o infiel ignora que es una
tontería perder las recompensas máximas y eternas por los bienes pequeños y
temporales por los cuales los tiranos abandonan la justicia.
33.
Hasta las comodidades
temporales por las que los tiranos abandonan la justicia resultan de mayor
ventaja para los reyes que obran con justicia, en primer lugar por que ninguno
de los bienes mundanos parece preferible a una digna amistad. Pues es esta
misma la que une a los virtuosos, conserva la virtud y la promueve.
34.
Los reyes buenos, por el
contrario, al buscar afanosamente el resultado general y observar sus súbditos
que consiguen muchas cosas por su preocupación, son estimados por muchos al
tiempo que demuestran que los súbditos se aman mutuamente, de este amor
proviene la estabilidad del régimen de los buenos reyes, pues los súbditos no
se niegan a exponerse a cualquier clase de peligros. No es fácil, por tanto,
que se vea perturbado el reinado del príncipe al que el pueblo ama con tanta
unanimidad. Por ello dice Salomón: “el
rey que juzga a los pobres con justicia, afianzará su trono para siempre”.
(Prov. XXIX, 14).
El
reinado de los tiranos, por el contrario, no puede ser duradero, pues se vuelve
odioso a la mayoría, por que no puede conservarse largo tiempo lo que repugna a
los deseos de muchos.
35.
Lo anterior es más patente si
se piensa en como se mantiene el poder del tirano; no se mantiene por amor
puesto que la amistad entre el tirano y la multitud esclavizada por él es
pequeña o nula, luego hace falta que el régimen se apoye únicamente en el temor
al tirano, pero este temor constituye un débil cimiento, pues quienes se
someten y si surge ocasión en la que puedan hallar impunidad, se levantan
contra quienes presiden y con mayor ardor cuanto más hayan sido cohibidos
contra su voluntad por temor exclusivamente por todo esto no puede ser duradero
el reinado del tirano.
36.
Esto se ve más claro bajo la
consideración del juicio divino porque Dios no permite que los tiranos reinen
mucho más tiempo, sino que, desencadenada la tempestad contra los pecados del
pueblo (por esto es que Dios permite que tomen el poder los tiranos) por medio
de ellos, le devuelve la tranquilidad al ser arrojados del poder.
37.
Donde se dice que los reyes
consiguen más riquezas con al justicia que los tiranos con la rapiña, porque
como el poder de los tiranos desagrada a la multitud esclavizada, aquellos
necesitan tener una gran escolta para resguardarse de los súbditos, y por esto
precisan regalar mucho más de lo que roban. Si, por el contrario, gobiernan
reyes, que agradan a los súbditos, los tienen a todos por escoltas y no
precisan regalarles nada, sino que obsequian espontáneamente a sus reyes,
cuando lo necesitan. Con más dones de los que los tiranos puede dilapidar,
ejemplo de esto es Salomón que mientras buscó la sabiduría para juzgar
rectamente, recibió la promesa de abundantes riquezas. En cuanto a la
reputación se dice que el nombre de los buenos reyes durará incluso después de
su muerte porque viven en cierto sentido en la alabanza de los hombres,
mientras que el nombre de los perversos o desaparece al momento o se los
recuerda detestándolo.
Capítulo 11
38.
Donde se expone una vez más que
los reyes consiguen más fácilmente que los tiranos sus deseos de estabilidad en
el poder, riquezas, honor y fama; además el tirano se ve privado de mayor
felicidad que se da como premio a los reyes y, cosa más grave, se gana las
penas de mayor tormento; añádase a esto su falta de penitencia y que estiman
lícito para sí mismos todo lo que pudieron llevar a cabo impunemente sin resistencia
alguna; y, por tanto, no solamente no se preocupan de enmendar el mal hecho,
sino que, apoyándose en la autoridad, según su costumbre, trasmiten a su
posteridad la audacia de pecar, y así no solamente se les imputan ante Dios sus
propios crímenes sino incluso los de aquellos a los que dieron ocasión de
pecar.
39.
Aún más grave es su pecado por
la dignidad del cargo asumido ya que Dios castigará más a quienes hizo
ministros y ejecutores de su gobierno y actúan malvadamente, pues convierten la
justicia de Dios en fuente de amargura.
Capítulo 12
Donde se recapitula todo
lo dicho hasta ahora.
LIBRO II
Capítulo 1
40.
Donde se propone considerar
cual es el oficio del rey y como conviene que el rey sea.
Parece
lo mejor tomar ejemplo del obrar de la naturaleza para explicar la tarea del
rey, siguiendo el axioma aristotélico "el
arte imita a la naturaleza”.
En las
cosas naturales se observan dos regímenes: uno universal y otro particular. El
universal se da en cuanto todo se halla sujeto al gobierno de Dios, que lo rige
con su providencia. El régimen particular, muy similar al divino, se encuentra
en el hombre, que se llama por eso microcosmos, por que en el se observa la
forma del régimen universal y así como la razón rige al cuerpo del hombre, así
Dios rige el mundo; pero como el hombre es un ser sociable por naturaleza, la
semejanza con el régimen divino se encuentra en él no solo en cuanto a que la
razón rija a las demás partes del hombre, sino también en cuanto a que la
sociedad es regida por la razón de un solo hombre, cosa que pertenece en
especial a la tarea del rey; luego el rey debe saber que su función es como la
del alma en el cuerpo y la de Dios en el mundo; si observase esto con
diligencia, se encendería en él el celo por la justicia y la benignidad de la
mansedumbre y clemencia al juzgar a cada uno de los miembros propios.
Capítulo 2
41.
Conviene considerar que hace
Dios en el mundo para que quede claro a lo que está obligado hacer el rey.
Dos
obras de Dios en el mundo hay que subrayar: una por la que formó el mundo y
otra por la que gobierna lo ya formado; esto también conviene al alma humana
con relación al cuerpo; mientras que no a todos los reyes le pertenece la tarea
de formar un reino mientras que a todos si les pertenece la tarea de gobernar
un reino ya formado.
42.
Lo que pertenece a la tarea del
rey en la fundación de una ciudad o reino, tomado en comparación con la
formación del mundo es que el rey, como cualquier artesano, deberá utilizar las
cosas que ya existen en la naturaleza y buscar las más apropiadas para su
reino, esto es:
·
Un lugar apropiado que conserve
la salud de sus habitantes.
·
Que posea suficiente fertilidad
para su sustento.
·
Que sea deleitable por su
belleza, y
·
Que mantenga a salvo a sus
habitantes de sus enemigos por medio de sus fortificaciones.
Asimismo
una vez elegido el lugar se deberá administrar adecuadamente cual será el lugar
sagrado, el lugar para ubicar el centro de estudios, etc. y así con todas las
ocupaciones propias de una ciudad.
Capítulo 3
43.
Donde se compara la forma de
gobierno divino con la forma de gobierno que debe adoptar un rey.
El
gobierno consiste en conducir lo que es gobernado a su debido fin; ahora bien
si algo se ve ordenado a un fin exterior a sí mismo la tarea del gobierno será
no solamente conservar la cosa ilesa, sino incluso conducirla después hasta su
fin; si el fin no fuera externo, la tarea del gobernador consistirá únicamente
en conservar aquella cosa ilesa y
completa.
44.
Pero hay un bien exterior al
hombre incluso cuando se encuentra en esta vida mortal, o sea, la felicidad
última que se espera alcanzar en la visión de Dios después de la muerte; para
lograr este fin el hombre necesita tener una vida virtuosa, que es el fin de la
sociedad, por que los hombres se reúnen para vivir rectamente en comunidad,
cosa imposible de conseguir viviendo cada uno aislado.
45.
Donde el santo Doctor expone
que si bien el fin de la sociedad es vivir virtuosamente, no es este el fin
último de la misma, ya que el fin último de la sociedad humana es el mismo que
el del hombre individual que consiste en llegar a la visión divina a través de
una vida virtuosa; la tarea del rey es pues dirigir a los hombres de tal manara
que, en última instancia, logren el fin por favor divino, ya que como dice el
apóstol: “la vida eterna es una gracia de
Dios” (Rom., VI, 23).
46.
Ya que el hombre no puede ser
conducido a su fin sobrenatural por acción del rey terreno entonces deberá ser
conducido por aquel Rey que es hombre y Dios, es decir, el Señor Jesucristo,
que, convirtiendo a los hombres en hijos de Dios, los introduce en la gloria
del cielo; luego así el ministerio del reino, al encontrarse separado lo
espiritual de lo terreno, ha sido encomendado principalmente al Sumo Sacerdote,
sucesor de Pedro, vicario de Cristo, el Romano Pontífice, del que todos los
reyes del pueblo cristiano deben ser súbditos, como del mismo Señor Jesucristo
.
47.
En los pueblos gentiles, en el
pueblo hebreo de la antigua alianza los sacerdotes estaban sometidos a los
reyes, pero en la nueva alianza es más elevado el sacerdote que el rey, puesto
que por este los hombres son conducidos hacia los bienes celestiales; por eso
en la ley de Cristo los reyes deben someterse a los sacerdotes.
Capítulo 4
48.
Del mismo modo que la vida en
la que los hombres viven rectamente se ordena, como a su fin, a la vida feliz
que esperamos en el cielo, igualmente se ordena para la vida correcta de la
multitud, cuantos bienes particulares el hombre puede conseguir: riquezas,
ganancia, salud, erudición, etc.; por todo esto puede decirse que la tarea
propia de un rey es administrar de tal modo que estos fines están ordenados al
fin último que es la felicidad del cielo, por esto ordenará lo que lleve a tal
felicidad y prohibirá lo que se oponga.
Luego el
rey instruido en la ley divina deberá procurar que la multitud viva
virtuosamente; esta cuestión puede dividirse en tres etapas: 1) instituir una
vida virtuosa para sus súbditos; 2) conservar la establecida; y 3) promover la
vida conservada hacia metas más elevadas.
49.
Donde el angélico expone 3
requisitos para que la sociedad viva correctamente: 1) que la sociedad viva
unida a la paz; 2) que la sociedad unida por el vínculo de la paz sea dirigida
a obrar bien, pues solo se puede obrar bien si se presupone la unidad; y 3) que
por la diligencia del dirigente haya suficiente cantidad de lo necesario para
vivir rectamente; si esto no se ha logrado, la actividad del rey tiene que
tender hacia la conservación de tal régimen.
50.
Donde se exponen lo tres
impedimentos que se oponen a la duración del bien público: el primero proviene
de la naturaleza, ya que ningún hombre puede ejecutar tareas de modo uniforme
durante toda la vida; otro proviene del interior de la sociedad, que consiste
en la maldad de las voluntades, cuando se muestran despreocupados para hacer lo
que los asuntos públicos precisan o incluso dañan la paz de la sociedad, y
cuando perturban la paz pública transgrediendo la justicia de la paz; el tercer
impedimento proviene del exterior, cuando la paz es destruida por la guerra del
enemigo. Contra estos males se precisa una triple cura por parte del rey: 1)
debe ocuparse de la sucesión y sustitución de los hombres que llevarán a cabo
las diversas tareas; 2) debe cuidar de apartar de la maldad a sus súbditos con
leyes y preceptos, penas y premios, y conducirlos a obrar virtuosamente,
tomando ejemplo de Dios que legisló para los hombres premiando a quien cumple y
castigando a quien infringen la ley; y 3) debe cuidar el rey de que sus
súbditos permanezcan seguros contra sus enemigos exteriores.
Otro
deber del rey respecto a la buena marcha de la sociedad consiste en poner
especial solicitud en su tarea.
Capítulo 5
51.
Donde se comienza a exponer
cada uno de los deberes del rey individualmente; comienza a exponer aquí la
tarea del rey en la fundación de una ciudad o reino; para esto debe elegir una
región de clima templado puesto que los habitantes de estas regiones obtienen
muchas ventajas, como la salud y la longevidad.
52.
Donde se exponen las
dificultades de los climas fríos o calurosos ya que con el calor intenso se
seca la humedad natural y cesaría la vida; en las regiones extremadamente frías
la humedad natural se hiela con facilidad y el calor natural se extingue al
instante, por esto se concluye que la fundación de la ciudad debe hacerse en
una región templada.
Capítulo 6
53.
Donde se expone que el rey
luego de elegir la región le conviene escoger un paraje idóneo para fundar la
ciudad, y parece que lo primero que se requiere es la pureza de la atmósfera,
puesto que importa la vida natural que se conserva sana por la salubridad de la
atmósfera. El paraje más saludable es, según Vitrubio, elevado, sin nieblas,
sin nieves, y abierto a diversas zonas celestes, ni demasiado caluroso ni
demasiado frío y situado lejos de pantanos.
54.
Conviene también que el lugar
destinado a ciudad se encuentre bien situado respecto del calor y el frío.
Luego
aquí el santo de Aquino da algunos consejos prácticos en cuanto a la posición
de los muros de la ciudad, como por ejemplo: si los muros muy cercanos al mar
están orientados al sur no serán sanos, etc.
55.
Donde se expone que para saber
si es sano o no un lugar hay que tener en cuenta o examinar la calidad de los
alimentos que produce el suelo, puesto que es de capital importancia el uso de
los alimentos sanos para conservar la salud; esto puede detectarse en la
inspección de los animales que habitan
el suelo, si están sanos quiere decir que los alimentos que allí se producen
son sanos también; así también hay que procurar que sea saludable el agua del
lugar, ya que esta se usa muy a menudo, no solo como bebida, por esto es que
después de la pureza del aire, lo más importante en lo que toca a la salubridad
de un lugar es que las aguas sean salubres. Otra señal para conocer si es sano
un lugar consiste en examinar a sus moradores y ver si tienen buen color,
cuerpo robusto y proporcionado y ver además si hay jóvenes, y si son agudos, y
ancianos, puesto que de no ser así, nos revelaría que el lugar es pestilente.
Capítulo 7
56.
Donde se expone la conveniencia
de que el lugar sobre el cual hay que emplazar una ciudad no solo sea apto para
conservar la vida de los futuros habitantes, sino que por su fertilidad sea
capaz de sustentarlos, pues así como un niño recién nacido no puede criarse ni
crecer sin la leche materna, así tampoco puede fundarse y desarrollarse una
ciudad sin abundancia de alimentos.
De dos
modos puede abastecerse una ciudad, primero consiste en la abundancia de cosas
que obtiene de la fertilidad de su suelo, que produce todo lo necesario para la
vida de los hombres; el otro modo de abastecerse es en el comercio de productos
importados. El primer modo de abastecerse se revela más convenientemente por
que una es tanto mejor cuanto más se basta a sí mismo, pues la que tiene
necesidad de otros se manifiesta deficiente.
57.
Además, es más seguro contar
con lo que se posee pues los acontecimientos de la guerra y los diversos
peligros de los caminos interceptan a menudo el abastecimiento, corriendo el
peligro de verse oprimida la ciudad por falta de víveres. Además el abastecimiento
propio es útil para los propios ciudadanos, toda vez que la ciudad que necesita
muchos mercaderes obliga a sus ciudadanos a tratar con ellos, y este trato
corrompe sus costumbres pues es forzoso que los hombres de otras naciones
criadas bajo diferentes leyes y costumbres proceden de un modo diverso al que
exigirían las costumbres de la ciudad; de suerte que las costumbres propias se
deslucen por los ejemplos de mercaderes que las desconocen. Además, el
frecuente trato con los mercaderes abre la puerta a muchos vicios, pues toda la
preocupación del hombre de negocios suele cifrarse en la ganancia, la cual
siembra codicia en los corazones de los ciudadanos, de suerte que el frecuente
trato con los mercaderes crea la mentalidad de que todas las cosas son objeto
de compraventa, en detrimento de la buena fe y del bien común, pues por este
camino llegan los ciudadanos a codiciar solamente el bienestar particular aún a
costa de fraudes. Mengua también el amor
a la virtud cuando ven los ciudadanos que el honor, que es el premio que
pertenece a la virtud, se reparte por igual a todos, en detrimento de las
costumbres de los ciudadanos.
58.
Donde se dice que los asuntos
mercantiles son también contrarios a los ejercicios militares, pues los hombres
de negocios suelen vivir a la sombra gozando de regalos y deleites; y, por lo
tanto, sus cuerpos débiles no sirven para afrontar con valor los esfuerzos que
requiere la guerra. Finalmente, una ciudad suele ser más pacífica cuanto menos
se reúnen los ciudadanos dentro de sus murallas, pues esto suele dar lugar a
disensiones y sediciones, por esto Aristóteles enseña que es preferible que los
ciudadanos trabajen fuera de la ciudad; tal cosa no puede darse cuando hay
muchos mercaderes dentro del ámbito de la misma, pero sin embargo estos no han
de ser excluidos del todo puesto que no es tan fácil encontrar un lugar tan
fértil y variado que produzca todas las cosas que reclama la existencia de la
multitud.
Capítulo 8
59.
Donde se expone que el lugar
que el rey debe elegir para fundar una ciudad debe ser ameno pues los hombres
concurren con gusto a habitar lugares amenos, mientras que se alejan con
nostalgia de los mismos; pero sin embargo si el lugar es exageradamente ameno
inclinará a los hombres al apego de las delicias en detrimento de las virtudes
ciudadanas; conviene, pues, que usen moderadamente de la amenidad del lugar. En
primer lugar porque se entorpece el ingenio de los hombres entregados a los
deleites, pues la suavidad de los placeres sujeta el alma a los sentidos hasta
hacerla incapaz de juzgar libremente; en segundo lugar los deleites superfluos
apartan de la honestidad de la virtud, es decir, es la causa de todos los
excesos que apartan del justo medio que la virtud requiere. Por este motivo la
virtud exige de lo hombres que se aparten de los deleites superfluos, para que,
evitando los pequeños excesos, encuentren más fácilmente el término medio de la
virtud, esto es por que los pequeños excesos colocan al hombre en la pendiente
de suspirar por cosas agradables, lo cual lo vuelve flojo y pusilánime para
intentar empresas arduas; también para los asuntos militares son perjudiciales
las delicias ya que por estas se adquiere temor a los peligros; finalmente dice
el angélico que los hombres delicados acaban por ser perezosos, pues,
absorbidos por sus deleites, descuidan los deberes que les imponen sus
negocios.
Por todo
esto es perjudicial a los ciudadanos, concluye el santo de Aquino, brindar a
sus habitantes abundancia de deleites superfluos, pero sin embargo es conveniente
que los hombres tengan lugares amenos para que la comunidad civil se recree con
moderación.
jueves, 30 de junio de 2011
El oficio del sabio
1. Suma contra Gentiles, L. 1, cap. 1:
“Comúnmente suelen llamarse sabios (…) a quienes saben ordenar directamente las cosas y gobernarlas bien. Por esto dice el Filósofo (Metafísica I, 2) que, entre todos los atributos de un sabio, es propio suyo ordenar. Pero es preciso que quienes ordenan una cosa a un determinado fin han de tomar la norma de orden y gobierno del mismo fin. Y es que una cosa se dice que está perfectamente ordenada, cuando lo está respecto a su fin; y el fin de cada cosa es su propio bien. Y así vemos entre las artes, una de ellas, a la que pertenece el fin, es como la principal y gobernadora de las demás. (…) Pero el nombre de sabio es su pleno sentido, se reserva para aquello que se dedican a considerar el fin del universo, que es el principio de todo cuanto existe. Por eso dice el Filósofo (Metafísica I. 2) que es propio del sabio considerar las causas más altas.
Y el fin último de cualquier cosa es aquel que pretendió su primer autor o motor. Y el primer autor y motor del universo es el intelecto (…). Por tanto el fin último del universo es el bien del intelecto, y dicho bien es la verdad. Por tanto la verdad es el fin último de todo el universo, y el fin de todo sabio es principalmente buscarla.”
2. Suma contra Gentiles, L. 1, cap. 2:
“Entre todos los estudios de los hombres, el de la sabiduría es el más perfecto, sublime, útil y alegre:
1. Es el más perfecto, porque, en cuanto el hombre se entrega al estudio de la sabiduría, de algún modo participa ya de la bienaventuranza. Por ello dice el Sabio: “Dichoso el hombre que medita en la sabiduría” (Eccl. 14, 22).
2. El más sublime, porque el mismo estudio aproxima al hombre a la semejanza con Dios, quien hizo todas las cosas con sabiduría. Y por ello, ya que la semejanza es causa de amor, la sabiduría une al hombre con Dios principalmente por la amistad. Y así dice el sabio que “la sabiduría es para el hombre un tesoro infinito; y quien lo aprovechare, se hace participante de la amistad divina” (Sap. 7, 14).
3. El más útil, porque la sabiduría nos conduce al reino de la inmortalidad: “El deseo de la sabiduría nos conducirá al reino perpetuo” (Sap. 6, 21).
4. El más alegre, porque “no es amargo su trato, ni tediosa su convivencia, sino alegre y feliz” (Sap. 8, 16).
3. Coment. al I libro de la “Ética a Nicómaco”, lect. 1.:
Como dice el Filósofo en el principio de la Metafísica lo propio del sabio es ordenar. La razón es porque la sabiduría es la más alta perfección de la razón, a la que corresponde con propiedad conocer el orden. Pues aunque las potencias sensitivas conozcan algunas cosas captándolas en sí mismas, sin embargo, conocer el orden de una cosa con respecto a otra es privativo del intelecto o de la razón. (…). Pero el orden es comparado a la razón de cuádruple modo. Hay un cierto orden que la razón no hace, sino solamente considera, como es el orden de las cosas de la naturaleza. Otro es el orden que la razón, considerando, hace en su propio acto, por ejemplo, cuando ordena sus conceptos entre sí y los signos de los conceptos que son las palabras. En tercer lugar se encuentra el orden que la razón al considerar hace en las operaciones de la voluntad. En cuarto lugar se encuentra el orden que la razón, considerando, hace en las cosas exteriores de las que ella misma es la causa, como en un arca y en una casa.
Y porque la consideración de la razón es perfeccionada por los hábitos, de acuerdo a los diversos órdenes que propiamente la razón considera, se tienen las diversas ciencias. En efecto, a la Filosofía natural pertenece tratar del orden de las cosas que la razón humana considera pero no hace; de modo que debajo de ella incluimos también a la Metafísica. Pero el orden que la razón, considerando, hace en su propio acto pertenece a la Filosofía racional, a la que corresponde considerar en el discurso el orden de las partes entre sí y el orden de los principios entre sí y con respecto a las conclusiones. En cambio el orden de las acciones voluntarias pertenece a la consideración de la Filosofía moral. Y el orden que la razón, considerando, pone en las cosas exteriores hechas según la razón humana, pertenece a las artes mecánicas.
“Comúnmente suelen llamarse sabios (…) a quienes saben ordenar directamente las cosas y gobernarlas bien. Por esto dice el Filósofo (Metafísica I, 2) que, entre todos los atributos de un sabio, es propio suyo ordenar. Pero es preciso que quienes ordenan una cosa a un determinado fin han de tomar la norma de orden y gobierno del mismo fin. Y es que una cosa se dice que está perfectamente ordenada, cuando lo está respecto a su fin; y el fin de cada cosa es su propio bien. Y así vemos entre las artes, una de ellas, a la que pertenece el fin, es como la principal y gobernadora de las demás. (…) Pero el nombre de sabio es su pleno sentido, se reserva para aquello que se dedican a considerar el fin del universo, que es el principio de todo cuanto existe. Por eso dice el Filósofo (Metafísica I. 2) que es propio del sabio considerar las causas más altas.
Y el fin último de cualquier cosa es aquel que pretendió su primer autor o motor. Y el primer autor y motor del universo es el intelecto (…). Por tanto el fin último del universo es el bien del intelecto, y dicho bien es la verdad. Por tanto la verdad es el fin último de todo el universo, y el fin de todo sabio es principalmente buscarla.”
2. Suma contra Gentiles, L. 1, cap. 2:
“Entre todos los estudios de los hombres, el de la sabiduría es el más perfecto, sublime, útil y alegre:
1. Es el más perfecto, porque, en cuanto el hombre se entrega al estudio de la sabiduría, de algún modo participa ya de la bienaventuranza. Por ello dice el Sabio: “Dichoso el hombre que medita en la sabiduría” (Eccl. 14, 22).
2. El más sublime, porque el mismo estudio aproxima al hombre a la semejanza con Dios, quien hizo todas las cosas con sabiduría. Y por ello, ya que la semejanza es causa de amor, la sabiduría une al hombre con Dios principalmente por la amistad. Y así dice el sabio que “la sabiduría es para el hombre un tesoro infinito; y quien lo aprovechare, se hace participante de la amistad divina” (Sap. 7, 14).
3. El más útil, porque la sabiduría nos conduce al reino de la inmortalidad: “El deseo de la sabiduría nos conducirá al reino perpetuo” (Sap. 6, 21).
4. El más alegre, porque “no es amargo su trato, ni tediosa su convivencia, sino alegre y feliz” (Sap. 8, 16).
3. Coment. al I libro de la “Ética a Nicómaco”, lect. 1.:
Como dice el Filósofo en el principio de la Metafísica lo propio del sabio es ordenar. La razón es porque la sabiduría es la más alta perfección de la razón, a la que corresponde con propiedad conocer el orden. Pues aunque las potencias sensitivas conozcan algunas cosas captándolas en sí mismas, sin embargo, conocer el orden de una cosa con respecto a otra es privativo del intelecto o de la razón. (…). Pero el orden es comparado a la razón de cuádruple modo. Hay un cierto orden que la razón no hace, sino solamente considera, como es el orden de las cosas de la naturaleza. Otro es el orden que la razón, considerando, hace en su propio acto, por ejemplo, cuando ordena sus conceptos entre sí y los signos de los conceptos que son las palabras. En tercer lugar se encuentra el orden que la razón al considerar hace en las operaciones de la voluntad. En cuarto lugar se encuentra el orden que la razón, considerando, hace en las cosas exteriores de las que ella misma es la causa, como en un arca y en una casa.
Y porque la consideración de la razón es perfeccionada por los hábitos, de acuerdo a los diversos órdenes que propiamente la razón considera, se tienen las diversas ciencias. En efecto, a la Filosofía natural pertenece tratar del orden de las cosas que la razón humana considera pero no hace; de modo que debajo de ella incluimos también a la Metafísica. Pero el orden que la razón, considerando, hace en su propio acto pertenece a la Filosofía racional, a la que corresponde considerar en el discurso el orden de las partes entre sí y el orden de los principios entre sí y con respecto a las conclusiones. En cambio el orden de las acciones voluntarias pertenece a la consideración de la Filosofía moral. Y el orden que la razón, considerando, pone en las cosas exteriores hechas según la razón humana, pertenece a las artes mecánicas.
lunes, 25 de abril de 2011
Sobre la resurrección de Cristo
¿Fue necesario que Cristo resucitase? III, q. 53, a. 1, c.:
Fue necesario que Cristo resucitase por cinco motivos. Primero, para recomendación de la justicia divina, que es la encargada de exaltar a los que se humillan por Dios, según aquellas palabras de Lc 1,52: Derribó a los poderosos de su trono, y exaltó a los humildes. Así pues, al haberse humillado Cristo hasta la muerte de cruz, por caridad y por obediencia a Dios, era necesario que fuese exaltado por Dios hasta la resurrección gloriosa. Por lo que, en el Sal 138,2, se dice de su persona: Tú conociste, esto es, aprobaste mi sentarme, es decir, mi humillación y mi pasión y mi resurrección, lo que equivale a mi glorificación por la resurrección, como lo expone laGlosa.
Fue necesario que Cristo resucitase por cinco motivos. Primero, para recomendación de la justicia divina, que es la encargada de exaltar a los que se humillan por Dios, según aquellas palabras de Lc 1,52: Derribó a los poderosos de su trono, y exaltó a los humildes. Así pues, al haberse humillado Cristo hasta la muerte de cruz, por caridad y por obediencia a Dios, era necesario que fuese exaltado por Dios hasta la resurrección gloriosa. Por lo que, en el Sal 138,2, se dice de su persona: Tú conociste, esto es, aprobaste mi sentarme, es decir, mi humillación y mi pasión y mi resurrección, lo que equivale a mi glorificación por la resurrección, como lo expone laGlosa.
Segundo, para la instrucción de nuestra fe. Por su resurrección, efectivamente, fue confirmada nuestra fe en la divinidad de Cristo porque, como se dice en 2 Cor 13,4,aunque fue crucificado por nuestra flaqueza, está sin embargo vivo por el poder de Dios. Y, por este motivo, se escribe en 1 Cor 15,14: Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación, y vana es nuestra fe. Y en el Sal 29,10 se pregunta: ¿Qué utilidad habrá en mi sangre, esto es, en el derramamiento de mi sangre, mientras desciendo, como por unos escalones de calamidades, a la corrupción? Como si dijera: Ninguna. Pues si no resusita al instante, y mi cuerpo se corrompe, a nadie predicaré, a nadie ganaré, según expone la Glosa.
Tercero, para levantar nuestra esperanza. Pues, al ver que Cristo resucita, siendo El nuestra cabeza, esperamos que también nosotros resucitaremos. De donde, en 1 Cor 15,12, se dice: Si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo algunos de entre vosotros dicen que no hay resurrección de los muertos? y en Job 19,25.27 se escribe: Yo sé,es claro que por la certeza de la fe, que mi Redentor, esto es, Cristo, vive, por resucitar de entre los muertos, y por eso resucitaré yo de la tierra en el último día; esta esperanza está asentada en mi interior.
Cuarto, para instrucción de la vida de los fieles, conforme a aquellas palabras de Rom 6,4:Como Cristo resucitó de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Y debajo (v.9.11): Cristo, al resucitar de entre los muertos, ya no muere; así, pensad que también vosotros estáis muertos al pecado, pero vivos para Dios.
Quinto, para complemento de nuestra salvación. Porque, así como por este motivo soportó los males muriendo para librarnos de ellos, así también fue glorificado resucitando para llevarnos los bienes, según aquel pasaje de Rom 4,25: Fue entregado por nuestros pecados, y resucitó para nuestra justificación.
miércoles, 16 de marzo de 2011
La actualidad de Santo Tomás de Aquino
Homilía de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, en la misa de inauguración del año académico en el Seminario Mayor “San José” (7 de marzo de 2011)
Iniciamos hoy otro año académico en el Seminario encomendándonos a la intercesión de Santo Tomás de Aquino, bajo cuyo patronazgo nos reconocemos. Mantenemos con este gesto la continuidad de una tradición platense que ha seguido con fidelidad los pasos de la Iglesia universal. No han faltado, en las últimas décadas, voces disonantes que proclamaban la caducidad de la inspiración tomasiana de los estudios eclesiásticos; la consideraban obsoleta, inadecuada a las exigencias científicas, culturales y pastorales de la actualidad. Sin embargo, el último Concilio ecuménico –que en esto ha sido el único en la historia- recomienda dos veces el recurso al Doctor de Aquino. En la declaración sobre la educación cristiana de la juventud se establece que en el cultivo de las disciplinas universitarias ha de señalarse la armonía entre la fe y la razón siguiendo las huellas de los doctores de la Iglesia, principalmente de Santo Tomás de Aquino (Gravissimum educationis momentum, 10). En el decreto sobre la formación sacerdotal se dispone que los estudiantes de teología deben empeñarse en profundizar en los misterios de la fe para descubrir la íntima conexión que los religa; tienen que iniciarse en la especulación teológica bajo el magisterio de Santo Tomás (Optatam totius, 16).
La actualidad permanente del Aquinate y la consiguiente pertinencia del estudio de sus obras y de la adopción de sus principios ha sido remarcada por la enseñanza reciente de los pontífices. Basta recordar la encíclica Fides et ratio de Juan Pablo II y varias intervenciones de Pablo VI, a quien le correspondió celebrar el séptimo centenario de la muerte de Santo Tomás. En esa oportunidad aseguró que todos, todos los que somos hijos fieles de la iglesia podemos y debemos, por lo menos en alguna medida, ser discípulos suyos. Además, aquel Papa preguntaba: Maestro Tomás, ¿qué lección nos puedes dar? Y se respondía: la confianza en la verdad del pensamiento religioso católico, tal como él lo defendió, expuso y abrió a la capacidad cognoscitiva de la mente humana. Benedicto XVI le ha dedicado a Santo Tomás las catequesis de tres audiencias generales, las de los miércoles 2, 16 y 23 de junio de 2010. Ha dicho: incluso más de setecientos años después de su muerte, podemos aprender mucho de él. El pontífice destaca sobre todo la valoración tomasiana de la razón y su capacidad para alcanzar la auténtica verdad sobre el hombre. Dice, sintéticamente: Santo Tomás nos propone una visión de la razón humana amplia y confiada: amplia porque no se limita a los espacios de la llamada razón empírico-científica, sino que está abierta a todo el ser y por tanto también a las cuestiones fundamentales e irrenunciables del vivir humano; y confiada porque la razón humana, sobre todo si acoge las inspiraciones de la fe cristiana, promueve una civilización que reconoce la dignidad de la persona, la intangibilidad de sus derechos y la obligatoriedad de sus deberes. En la catequesis de Benedicto XVI se refleja el altísimo concepto que Santo Tomás tenía de la persona humana, lo más perfecto que hay en toda la naturaleza y la actualidad de su enseñanza sobre el obrar humano y la ley natural, en la que se expresan las exigencias de nuestra condición. Cuando se niega la ley natural y la responsabilidad que implica –afirma el Papa- se abre dramáticamente el camino al relativismo ético en el plano individual y el totalitarismo del Estado en el plano político.
Como sabemos, la obra del Doctor Angélico es vastísima. Ante todo, hay que mencionar las síntesis teológicas: el Escrito sobre las Sentencias de Pedro Lombardo no es un mero comentario, sino que suscita cuestiones sobre temas que emergen de aquel texto oficial de la enseñanza universitaria de la teología; la Suma contra los Gentiles, que ha sido llamada incorrectamente Suma Filosófica; su obra máxima, la Suma Teológica, interrumpida en la cuestión 90 de la tercera parte; y el Compendio de Teología, que también quedó inconcluso y en el cual intentó distribuir la materia utilizando como principio ordenador la fe, la esperanza y la caridad. El conjunto de los escritos tomasianos incluye disputas universitarias, comentarios a la Sagrada Escritura, comentarios a Aristóteles y a otros autores, escritos polémicos, tratados sobre asuntos particulares, respuestas a consultas sobre diversos temas, textos litúrgicos y predicaciones. Se le atribuye además una serie de escritos de dudosa autenticidad.
La Suma contra los Gentiles, compuesta entre 1259 y 1264, y la intención que le dio origen, manifiestan un flanco singular de la presentación de la verdad cristiana. En algunos manuscritos la obra recibe este título: Libro sobre la verdad de la fe católica, contra los errores de los infieles. El calificativo de infieles se refiere, en general, a quienes resisten a la fe, pero frecuentemente en el texto designa a musulmanes y paganos. Desde el comienzo, el autor advierte que el oficio del sabio es doble: proclamar la verdad que ha meditado y refutar los errores que se le oponen. La Suma Contra los Gentiles es una obra de sabiduría, pero no una síntesis teológica propiamente dicha, ya que se notan en ella muchas omisiones; parece, más bien destinada al uso de los fieles que estaban en contacto con no cristianos y tenían que afrontar sus objeciones y responder a ellas con argumentos eficaces. Hoy diríamos que tiene un carácter misional, apologético. Es un testimonio del diálogo y la controversia entablada en el siglo XIII por los pensadores católicos con los sabios judíos y musulmanes, una especie de manual para esa importantísima tarea eclesial. Algunos sostienen que Santo Tomás lo compuso por encargo del maestro general de su Orden, para el uso de los misioneros dominicos que predicaban en España y en el norte de África. El Padre Patfoort la define como una escuela de presentación de la fe cristiana a los infieles.
El planteo metodológico del Aquinate es actualísimo. Se propone demostrar que las verdades de la fe no son imposibles, incongruentes, ilógicas; para manifestarlo toma en cuenta qué podría pensar de sus explicaciones la gente que no tiene fe o se abroquela en prejuicios contra ella. Comprende que no se puede convencer a tales adversarios con las mismas razones que bastan a los fieles; la insuficiencia de esos argumentos los llevaría probablemente a creer que no tiene fuerza racional nuestra adhesión a la verdad y así quedarían confirmados en el error. El principio fundamental es que la razón natural no puede ser contraria a la verdad de la fe. Por eso, en los tres primeros libros de esta Suma, Santo Tomás se dedica a esclarecer puntos de la doctrina católica que son accesibles a la razón: lo que ésta es capaz de investigar acerca de Dios pero que la revelación aclara y refuerza. El diálogo entre cristianos e infieles implica que antes de abordar las diferencias se subrayen los puntos de acuerdo. En el libro IV la temática es más propiamente teológica; al exponer los misterios de la fe que exceden a la razón, el Santo Doctor exhibe argumentos que permitan a los no creyentes reconocer que esas verdades no son contrarias a la idea que ellos tienen de Dios. Emplea para ese fin las autoridades que ellos aceptan: el Antiguo Testamento en la discusión con los judíos, el Nuevo con los herejes, la razón natural con los musulmanes y paganos. La discusión se apoya en la meditación, y supone la posibilidad de un encuentro armonioso entre la filosofía y la Sagrada Escritura, la razón y la revelación, los autores no cristianos y los Padres de la Iglesia y demás doctores católicos.
Me he detenido en la Suma contra los Gentiles porque constituye, mutatis mutandis, un modelo a seguir. También hoy en día, el maestro de la verdad católica –como se decía en el siglo XIII-, el profesor de religión, el predicador ministro de la Palabra y aun los fieles ilustrados no pueden contentarse con una simple exposición de la doctrina, sin consideración de los errores contrarios que la oscurecen, de los prejuicios culturales que impiden su recta comprensión, del ambiente filosófico o más bien ideológico que se va tornando hegemónico en la opinión general. Es preciso elaborar un acompañamiento apologético de la difusión de la verdad y para eso estudiar el pensamiento contemporáneo, registrar sus puntos de acuerdo o de no oposición a la fe, para apoyarse en ellos y elaborar los argumentos racionales necesarios para desmontar los errores que la contradicen. Benedicto XVI en su obra personal como teólogo y en su magisterio como pontífice manifiesta el aprecio de la tradición católica por el papel de la razón en la búsqueda de la verdad natural y en la fascinante aventura del intellectus fidei, en el gozoso ejercicio de pensar la fe.
Al invocar a Santo Tomás en el comienzo de las lecciones del año tendríamos que advertir que esta referencia no puede ser meramente ceremonial. ¿Qué contacto efectivo con su pensamiento pueden establecer los alumnos en los cursos de filosofía y de teología? Reconozcamos que normalmente se estudia con manuales y que no es común en los programas la lectura directa de sus textos, más allá de algunas citas o fragmentos seleccionados. Es verdad que el Doctor Angélico no abordó todas las cuestiones de las materias que hoy integran el currículo; es necesario completar y actualizar su enseñanza para desarrollar nuevos temas y dar razón de enseñanzas más recientes del magisterio eclesial.
Pero los alumnos de esta época pueden tener que enfrentar dificultades de índole subjetiva y cultural para leer a Santo Tomás. Para hacerlo, en primer lugar hay que tener tiempo y querer dedicarlo a esa tarea. Estamos apremiados por muchos requerimientos, la imprescindible entrega al estudio se ve disipada por múltiples objetos de distracción. Las nuevas tecnologías no solo ofrecen maravillosas posibilidades para el empeño intelectual; también representan una trampa: basta pensar en el tiempo que pierden tantos jóvenes solazándose en gansadas mediante facebook, twitter, chateos y mensajitos telefónicos. Además, registremos esta paradoja: la simplicidad y la claridad de la ratio tomasiana abruma a quienes no están adiestrados en hábitos rigurosos de pensamiento. La desconexión lógica es -al decir de psicólogos y pedagogos- una deficiencia de muchos jóvenes de hoy que ya constituyen una generación digital. Leer a Santo Tomás, sin embargo, es un ejercicio costoso pero saludable, medicinal: ayuda a pensar según el dinamismo natural de la inteligencia y el que es propio de la fe; ordena la cabeza. Otro obstáculo es el idioma. Por cierto, existen muchas traducciones, pero es mejor leerlo en latín –el suyo es accesible y podría proponerse como una meta en los cursos de esa lengua. Una posible solución sería ofrecer cursos optativos de lectura, en su original, de textos tomasianos; optativos, pero para algunos habría que aplicar el evangélico compelle intrare.
Las observaciones que acabo de presentar se refieren a la dimensión intelectual de la formación impartida en el Seminario, pero no exclusivamente a ella. La vida intelectual y la vida espiritual son realidades fraternas, vale decir: el estudio y la investigación por un lado, y por otro, el ejercicio de la oración y el cultivo de la comunión con Dios, están íntimamente vinculados en el hombre de fe. También en este aspecto de la personalidad cristiana resulta modélica la figura de Tomás. En una de las catequesis antes mencionadas, Benedicto XVI concluye así: La profundidad del pensamiento de santo Tomás de Aquino brotaba –no lo olvidemos nunca- de su fe viva y de su piedad fervorosa. Y cita una inspirada oración en la que el santo Doctor le pide humildemente a Dios: Concédeme, te ruego, una voluntad que te busque, una sabiduría que te encuentre, una vida que te agrade, una perseverancia que te espere con confianza y una confianza que al final llegue a poseerte. Oración que podemos hacer nuestra y que podemos adoptar como programa para este año, o mejor, como programa de toda la vida.
Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata
Suscribirse a:
Entradas (Atom)